Conmueve la sabiduría sin experiencia, la de quien sin haber hecho mucho en la vida o habiendo vivido poco, posee, sin embargo, empaque moral, una especie de visión periférica y limpia de las cosas, como si hubiese ocupado su existencia en asuntos dolorosos y hubiera sobrevivido y aprendido de esa debacle del espíritu. Hay veces en que uno encuentra gente de una solvencia espiritual tan asentada que asombra. Se atribuye a la vejez esa propiedad de la vida, pero puede concurrir en más tempranas edades. Puede que únicamente sea una cuestión de sensibilidad, de la que se adolece más de la cuenta y con la que no nos valemos cuando nos acucian los problemas y debemos darles solución. Se tiene la idea de que las personas excesivamente sensibles tienen un lastre que les impide avanzar y vivir con un poco más de desparpajo o de asepsia o de neutralidad. Qué difícil es no involucrarse, no hocicar en lo que nos duele y hacerlo nuestro. Da igual que sea lejano (yo soy parte del todo, cualquier asunto ajeno es mío en el fondo, las campanas doblan por ti, etc.) y que, en principio, no nos incumba: todo acaba por cercarnos, por afectarnos.
11.1.21
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Las cuentas del poeta
Un hombre abre con desmesura sus ojos hasta que arde. El fuego ocupa la tarde que bulle como un beso novicio. Este desnudo en mitad de un su...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Almodóvar c arece de pudor. Hitchcock tampoco era amigo de la contención. Cronemberg ignora la mesura y se arriesga continuamen...
-
E n ocasiones, cuando se ponía sentimental, mi padre me concedía una parte suya que no era la acostumbrada. Abría el corazón, mostrab...
No hay comentarios:
Publicar un comentario