21.1.21

Dibucedario 2021 / 21 / Sardina

 


En ninguno de los setenta y ocho opúsculos que Plutarco escribió sobre teología, ética, política, filosofía o ciencia hay alusión alguna a la sardina. Schopenhauer no la cita cuando critica la fenomenología de Kant. Ninguna antología de poesía luctuosa del siglo XVIII la menciona. Ni se invoca en el libro segundo de los macabeos que recoge la Biblia apócrifa. No se registra que la sardina ocupe ninguna de las reflexiones que San Agustín vertió en su Dialéctica ni en las palabras con las que Patroclo da vivas muestras de regocijo al colocar en la mesa comunal las viandas ofrecidas a Áyax, a Ulises y a Aquiles para que calmaran sus apetitos y pudieran colmar de ofrendas a los dioses. Ni siquiera Mozart, tan suelto en diversiones, compuso una sinfonía en honor suyo. Tampoco la escandalosa obra de Galdós la incluye, salvo alguna referencia sesgada, de vocación liviana, apenas una cita en un párrafo alusivo a la dieta de los pobres de los barrios más pobres del Madrid pobre de entonces.

Es pues Sardina especie de muy escaso predicamento literario. Exégetas con probada nombradía aducen que está por venir un paradigma que finalmente la dignifique. Mientras tanto queda la mención a su entierro cuando el carnaval concluye o la legislación que sobre ella se arbitra en los ministerios de pesca de los estados o su precio en un espeto en las playas malagueñas. Sardina no chista: es por natural humilde y no se advierte queja o quebranto. Va a su antojadizo capricho con su banco evitando que nada desquicie su pacifica existencia. Urde en sus ensoñaciones húmedas un destino de más fuste, un parnaso, un pequeño renglón en las oraciones de los creyentes, pero luego olvida lo fabulado en esa tiniebla y sigue a lo suyo, brincando con alegre vistosidad, desafiando las leyes de la subsistencia.

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