12.1.21

Dibucedario 2021 / 11 / Kiwi


 Kiwi es curioso como podría haber sido introspectivo o gruñón o metepatas. Va antojadizamente a lo suyo y no es conveniencia suya agradar sin más, así que no es la alegría de la huerta ni del bosque de su antípoda patria y, con triste frecuencia, se le encuentra deambulando parsimoniosamente, escarbando con su pico por si las lombrices no se coscan de su presencia y le resuelven el almuerzo o la cena. No hace ascos a insectos, pero cuesta atraparlos y su sabor no compensa ese alarde atlético. Porque Kiwi no ha sido bendecido por madre natura con muchas habilidades y se las compone como puede con las que buenamente venían de fábrica y pasan los siglos y ahí están los de su especie, raros, pero heroicamente a salvo de pandemias o extinciones. Es solitario a sabiendas, ya que está más que visto que es muy de su gusto encariñarse de la hembra y construir una familia. Se acurrucan en sus madrigueras de día y salen de parranda gastronómica cuando cae la noche. Si Kiwi se enamora es para toda la vida. Que sea ave y carezca de alas ya no le causa rubor, pero hubo un tiempo en que le azoraba caminar, con esas patitas sin encanto, como si arrastrara una maldición ancestral de la que su raza no lograra deshacerse. Cómo voy a ser pájaro, suele decir, si en lugar de pluma es pelo lo que cubre mi cuerpo. Contrariamente a lo que su complexión hace suponer, Kiwi es veloz como casi ninguna otra criatura de su tamaño, lo cual es de agradecer cuando alguien decide hincarle el canalla diente. A lo que no se le pone trabas es a que Kiwi es amoroso por naturaleza. Es lo que tienen los espíritus curiosos: sienten una querencia singular por lo que les rodea, nada de cuanto está a su alcance les es ajeno. Como no abundan, se guardan mucho de hacer vida social: prefieren no alardear de nada, cuando puedan alardear de algo, y parecer feos e idiotas, aunque en el fondo de su corazoncito sepan que son hermosos y rebosen inteligencia. 

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