16.1.21

Dibucedario 2021 / 15 / Ñandú


 Ñandú es feo, pero todos sus amigos son feos también, por lo que la idea de fealdad no reviste mayor trascendencia. Cuando exhibe una apostura algo más llamativa, es inmediatamente apartado de la comunidad y sólo se le conmina a que regrese cuando ha deslucido lo suficientemente sus facciones y no destaca sobre sus congéneres, como ese deslustre de la belleza no siempre sucede, encontramos ejemplares que viven la mayor parte de su existencia (diez años los más longevos) en el exilio, maldiciendo su mala suerte, pidiendo a la divinidad ñandú (habrá una que los escuche y conforte) que lo retire de su penosa vida y le permita disfrutar de la bondad de su providencia. Es de poco pensar Ñandú. El ejemplar que demuestra sesera algo más ilustrada es invitado a marcharse igualmente de la comunidad. No alcanzando embrutecimiento mensurable que satisfaga al resto de los ñandús, suele suceder que no regresan nunca y comparten con los especímenes hermosos el exilio de los raros. Por el contrario, es especie particularmente corredora, ya que no se le concedió la facultad del vuelo. Son notables las competiciones atléticas que en ocasiones congregan a variados machos y hembras. Hay pocas criaturas que rivalicen con Ñandú en rapidez. No todo va a ser fealdad y tontura, suelen decir cuando concluyen la carrera y reciben las felicitaciones de rigor. Son parientes lejanos de los kiwis y, más cercanamente, de los avestruces, con los que no guardan buena relación. Tenemos un dedo más en cada pie, Avestruz, le dice Ñandú cuando el azar las reúne. Ni se te pase por la cabeza creer que somos iguales. Ese rasgo de orgullo de raza no es del todo aceptado por los ñandúes de más edad. No hay que alardear de cinismo, ni puede atribuírsenos alguna brizna de humor. Lo nuestro es correr y comer serpientes. No nos pidan desempeño de más hondura. Los ñandúes guapos y listos reclaman intervenir en las decisiones familiares, pero son sistemáticamente censurados. Ser hermoso no te hace correr más, suelen decir en la intimidad, cuando inevitablemente la cabeza va a lo suyo y se ponen a darle vueltas a su condición ontológica. 

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