31.12.06
LA ALIANZA DEL MAL : Sustos con acné
29.12.06
DEJA VU : Un caramelo insípido
24.12.06
HIJOS DE LOS HOMBRES : Ciencia- ficción política
Impecable modelo de cine nihilista, Hijos de los hombres plantea más interrogantes que soluciones. Ya he escrito algunas veces que ésta es la naturaleza del arte. Produce desasosiego, crea malestar, induce al pesimismo y, no obstante, es un canto a la vida humana, un canto hermoso, escasamente religioso, aunque lo que sucede pueda hacernos sospechar que la vertiente moralista o mitológica va a triunfar en algún momento: nada de esto sucede. Híbrido inteligente de varios géneros ( cine polìtico, ciencia ficción, thriller convencional ), Hijos de
MENTES EN BLANCO : Thriller espasmódico
18.12.06
ERAGON : El dragón ataca
12.12.06
BRICK : Detectives de instituto
Brick no exhibe las estridencias previsibles por ser una obra amateur (casi) y por plantear un discurso tan arriesgado. Se abastece de un muy sólido planteamiento de cine negro, trufado del acné de la juventud hormonada con pins en la solapa y posters de ídolos del rap en la chapa de la taquilla del instituto.
Más que la calidad estética de Brick, interesa aquí su gesta, su ministerio sencillo de propósito cumplidos: no puede haber maledicencia a la hora de valorar su calado en el público, aunque uno sepa, a ciencia cierta, que estas desviaciones de la norma no van a hacer caja ni engolosinar a productores ávidos de plata que ven precuelas y secuelas, merchandising de hamburguesería y camisetas para agosto en todos estos productos de nuevo diseño cuyo resultado final es (siempre) desconcertante.
Tampoco el espectador va a hacer durar en su memoria este desfile de matones, niñas ricas y gente, por lo general, abiertamente siniestra ( el personaje del spielbergiano Luke Haas, ya remozado en adulto con perspectivas ).
El ingenio de Rian Johnson hace que las pesquisas de su protagonista, muy alambicadas, retorcidas en ocasiones, nos parezcan más importante que el descubrimiento de las razones por la cual su novia haya aparecido muerta.
Dejo caer, como sin querer, la última piedra en el estanque: Brick es una película creativa: aparenta claridad y es turbia, farragosa: sacrifica la elemental exposición de los acontecimientos por un dibujo disgresor de la clase social que se empeña en retratarnos, desfiguradamente.
Bien mirada, no entusiasma, y bien pudiera.
Yo entiendo a quien este fallido experimento le haya reportado júbilo y entretenimiento en el mismo lote. A mí, muy por el contrario, me produjo una intensa zozobra, aburrimiento a ratos, placer únicamente por momentos.
Hasta el mcguffin se adivina incompetente.
Será que no tuve arrestos para dejarme conducir por su bizarro argumento.
9.12.06
EL ILUSIONISTA : Htichcock y un conejo
8.12.06
FICCIÓN : Gente que habla
ELLOS : La cámara es la que tiene miedo; no el espectador
7.12.06
CIUDAD DE DIOS : Si Scorsese hubiera nacido carioca...
Ciudad de Dios es una obra maestra del cine sudamericano o del cine brasileño, pero nos da igual la nacionalidad. La hubiese querido suya un Peckinpah en horas altas o el Scorsese con el brío de los setenta. No sabemos si asistimos a una acelerado sesión de cine de gangster al uso o a un western sincopado con escenarios urbanos de un siglo XX ya casi finiquitado.
Los más de trescientos personajes de la novela de seiscientas y pico páginas de Paulo Lins, que no he tenido el gusto de leer, pero que imagino adictiva y deleitosa como la cinta, dan para un metraje holgado que Meirelles conduce con sobriedad, sin caer jamás en la gratuidad de mostrar una violencia efectista, desarmada de contexto, instrumentalizada y golosa para el accidental espectador que crea estar viendo un videojuego de venganzas y de ambientes turbios a lo Tarantino.
Impresiona la verosimilitud de lo que estamos viendo. Uno está muy acostumbrado a ver cine norteamericano y a concederle méritos, prestigio y medallas sin ningún margen de incertidumbre: pues Ciudad de Dios es probablemente la película más creíble que este cronista
haya visto en mucho tiempo.
Relata sin recato ni comedimiento el nacimiento del crimen organizado en Ciudad de Dios, un barrio de Río de Janeiro. El relator, el ojo omnisciente, el demiurgo de esta historia coral, griega, en ocasiones, es Buscapé, un niño que se decide al margen de la delincuencia y que se sabe, en el fondo, sensible, tierno, artista. Nada de estas etiquetas que se arroba desde bien comenzada la película se torcerán un ápice: Buscapé fatiga la favela: un mundo de armas, de narcotráfico, bandas sometidas a códigos de conducta estrictos y policías comprados pueblan su universo.
Se articula en tres partes bien diferenciadas, que pueden verse sin solución de continuidad o hiladas en la trama que nos muestra. Cual Rayuela cortazariana, los elementos referenciados acuden a una cinematografía bien conocida, de la que se alimenta y a la que tributa un homenaje sencillo, crudo, casi invisible, pero reconocible si se manejan similares claves. Está el neorrealismo italiano ( yo vi el blanco y negro de las películas de De Sica en muchos episodios ). Está el western ( hay una épica de la revancha, de la persecución, del destino como único símbolo reconocible en la vida de todos sus personajes ). Está Coppola, muy tangencialmente, y su Padrino triunfal. Está Tarantino, de manera inevitable, con su locura urbana, con su vértigo de sangre y de espesura gramatical.
Tres decadas van pasando por la pantalla: todas contienen un sello de la casa: cámara en mano, interrupción deliberada de la consumación de una escena para terminarla más adelante, a conveniencia de la creatividad artística y del montaje. Buscapé va viendo cómo su mundo se va desmoronando: cómo sus amigos van cayendo y de qué forma se resuelve a ras de calle las diferencias entre sus vecinos. Él sólo tiene una cámara: sus ojos son la cámara y la lente nos va entregando imágenes sorprendentes, alucinantes.
Impresiona, por inusual en el cine europeo o ( más aún ) americano, el concurso de niños y de adolescentes como vulgares rateros o drogadictos o asesinos. Es Brasil: es la favela. En esto estriba la sutil diferencia entre los modelos hollywoodienses y el sudamericano. El Sur, este Brasil violentísimo, también existe: y ahora lo sabemos con más sólida evidencia, con una truculencia más nítida. Únicamente hay que seguir la vida de Zé Pequeño, uno de los personajes fundamentales de la historia, para comprender la dura vida en los suburbios de la pobreza en este Brasil ocupado por la miseria y por la supervivencia a todo precio, con todo el riesgo.
Lins cuenta en su novela:
" Otro viento, sin patria ni compasión, se llevó la risa que este suelo me dio, este suelo al que llegaron unos hombres con botas y herramientas a medirlo todo, a marcar la tierra... Después vinieron las máquinas, que arrasaron las huertas, espantaron a los espantajos, guillotinaron a los árboles, terraplenaron el pantano, secaron la fuente , y esto se convirtió en un desierto (... ) Surgió la favela, la neofavela de cemento, formada de bocas y siniestros silencios, con gritos desesperados en el correr de las callejuelas y en la indecisión de las encrucijadas ".
La naturaleza, probablemente, fue sustituida por el progreso. Y con él, concluyo, vino la pistola, la droga, el odio y la oscuridad, aunque todo se pinte con una luz enorme, nítida, perfecta, moteada de vida.
6.12.06
JACKASS: TODAVÍA MÁS : Videos cazurros y mierda en alta definición
En este hilo de las cosas, Jackass no es cine: no es una película, pero usa su maquinaria mercantilista y su proceso de facturación industrial.
Este Johnny Knoxville, padre de este hijo bastardo del entretenimiento doméstico, tiene las ideas claras: es el tipo listo que ha visto en esta retahíla nauseabunda de proezas del absurdo un método fácil ( cuanto más criticado, más amortizado ) para llenar la cuenta corriente y crear en el mercado quinceañero ( ay, creo que ahí me he quedado extremedamente corto ) una golosina plenamente adictiva de carcajadas imbéciles y de chabacanería amplificada a su máxima potencia.
Más: tampoco se advierte que los que graban este despropósito tengan alguna idea de cómo manejar una cámara o de cómo montar película. Todo esta deshilachado, mal terminado: pareciera que mi primo hubiese vuelto a sus dieciocho años y, cámara al hombro, hubiera grabado una tarde de locuras en la plaza del pueblo. Algo así. Amateurismo con patrocinador millonario: explotación en salas de todo el mundo.
Si clavarse un anzuelo en la mejilla o ducharse con sanguijuelas es estímulo para un espectador, entonces ha muerto Alfred Hitchcock, ha muerto Francois Truffaut, ha muerto Ernst Lubitsch, ha muerto Clint Eastwood, ha muerto Steven Spielberg, en fin, todos aquellos que han contribuido a que el cine sea un arte y concite la unánime opinión, entre sus adeptos y adictos, de que la vida puede ser, sí, amable lector, maravillosa.
Aquél que desee empaparse de esta sandez tremebunda, acuda, sientése, ármase ( insisto ) de un estómago como un hangar de un Boeing 707 y déjese manchar, literalmente, de oscura, maloliente y pastosa mierda.
( Había que verla para poder, tranquilamente, escribir sobre ella: he aquí la triste función del crítico de cine responsable )
22.11.06
BORAT : Paleto en Hollywood
21.11.06
SAW III : El gore franquiciado
Saw III es cine de serie muy B con un tufo a gallina con conciencia de que los huevos que pone son de oro. Los motivos del prodigio en taquilla y del innegable tirón en el mercado del dvd provienen de su planteamiento ingenioso, inteligente, en ocasiones, aunque la fórmula, por sobada, se ha quemado pronto y ya no, la verdad, para mucho.
La hibridación entre cine gore y cine comercial da para que el fenómeno dure diez años más. Nuevas generaciones se refocilarán con las proezas del Jigsaw, que vendrá a ser el nuevo Freddy Krueger dispuesto a degollar la moral del espectador más benevolente, cauto y timorato.
Hay una muy ligera, brevísima referencia a Seven, aunque en el campo narrativo y en el craso campo estilístico brillaba a una altura infinitamente mayor, dándole al género un empaque nuevo, una dignidad de la que adolecía por mor de toda esa riada de adolescentes que van al cine para ver cómo el cabrón de turno degüelle a la rubia con silicona y botox en el cerebro.
La decena larga de films con ese estilo entre lo apocalíptico y lo venéreo puebla con intención de residencia perenne las estanterías más briosas de los videoclubs de barrio, que son mi perdición cuando las pantallas no entregan golosinaje de postín o cuando el tiempo, en fin, qué vamos a decir, no da para ir a la sala grande con toda la frecuencia que uno quisiera, pero no nos apartemos del propósito fundamental de estas letras.
Saw, insisto, es cómplice de esa argamasa perverse y pide, a cada entrega, otra más extrema: más escorada al truculento atropellamiento de asesinatos.
Y si las dos primeras entregas resultaban agradablemente desconcertantes ( yo hasta tuve mi rato de reconciliación con el género en la primera, la mejor, sin duda ), ésta tercera resulta decepcionante, por repetida. No desearía que el amable lector pensase que la película es mala: no es eso. No importa aquí dejar claro si es bueno o mala a los ojos de este cronista espontáneo. Lo verdaderamente noticiable es que el fenómeno Saw va hacia adelante: triunfa, arrasa, da en la curiosa diana de la sensibilidad de este nuevo público moderno, ávido de sensaciones fuertes, deseoso de salir de la sala con un punto de azoramiento, de nervio loco girando como una peonza en la boca misma del estómago.
Me imagino yo que el guionista, cuyo nombre ignoro, se ha cansado ya: ha tirado de los vicios anteriores, también de alguna virtud aceptable, y ha producido, sin esfuerzo, una continuación no desechable, aunque innecesaria. El dinero, en este caso, es el reclamo, el perro de Pavlov, la guinda que pone color al cocktail.
En esta entrega el guionista se ha fugado con la hija del productor y ahora no dudo que anden tomándose en nuestro nombre un daikiri en cualquier Hilton del Caribe, lejos del tumulto de Hollywood, bien amamantados de lujuria ajena.
En este número de la cuenta, Jigsaw, en adelante el psicópata en continuo problema con el mundo, se muere, aunque ya sabemos que lleva muriéndose dos películas. Se muere, digo, pero se apaña una secuaz con idéntico grado de perturbación que perpetra, a su modo, no desvelemos más, el alambicado plan de venganza de su mentor en el crimen.
La serie se atropella de sobresaltos y ya no asusta: el rebanamiento número diez no inquieta lo más mínimo. El primero, a qué negar esta evidencia, sí que nos puso el alma en un tris de desbocarse y dar de bruces con el caballero de la fila de delante, que parecía, en la distancia, en la retaguardia, un maniquí, un sujeto completamente desarmado por la elocuencia canalla de las imágenes.
Vendrá el Saw IV este verano: esperan y verán. Vendrá Jigsaw, el Puzzle castellanizado, con nuevas argucias, con una mala leche renovada y colas de público ávido de marcha.
Vi anoche en mi videoclub de cabecera a dos mozalbetes que se explicaban, a su manera, las formas y los fondos de los Saws anteriores. Uno la defendía con ardor. El otro, más atinado, las arrumbaba al pantanoso almacén de las películas de consumo rápido. Fast food, digo yo, pero no seamos falsos: el cine está plagadito de bodrios de esta calaña, y más quisieran muchos llegarla a éste a una meridiana altura, porque aunque despotrique en su contra con adjetivos airados y saña edulcorada, admito que he entrado y he soportado, sin excesivo rubor, con dignidad, el tramo largo de retorcimientos ( ésa es la palabra más ajustada ) mentales. Y quién sabe, igual estoy en la fila siete, en agosto, cuando quieran darnos otra sesión de carne quemada y de borbotones de marketing. Además la sorpresa del final, en esta ocasión, cuela menos: o nada.
15.11.06
STORM : Noir estridente de escaso pulso
En Storm esta reflexión ( lícita ) marra: la pareja protagonista se embarca en una cruzada que a ratos parece un tratado de psicoanálisis y por otros vemos un thriller metafísico de profundos principios kantianos. O sea. Que los directores ( dos perpetran el evento ) se han liado más de la cuenta y, al final, han parido un entretenimiento de masas con pedigree de arte y ensayo que no entra por los ojos y que se escapa ( es mi caso, a ver, voy perdiendo con los años entereza mental y no aguanto tres chorradas seguidas ) por algún hueco cerebral que no tengamos bien cerrado.
A mí se me fue entero. Además tardé poco. Pudo ser la tarde o el estado de ánimo o una simbiosis de ambos con un plus de cansancio laboral previo.
Storm es un film desconcertante, que no quiere decir malo por entero. No se adscribe a las claras por género alguno y bucea sin entusiasmo el proceloso mar de los abundantes mini-géneros que va presentando a modo de pase de modelos sofisticado. No se preocupa en ningún momento por recalar estilística o narrativamente en ninguno. Quizá ( por su premeditada falta de pretensiones serias ) no le haga falta.
Storm es de una mística chirriante: a lo mejor el cine sueco post-Bergman es todo así y el público nórdico está ya harto de pastores que peroran sobre la fe y sobre el pecado en una granja perdida en un bosque. El maestro Bergman, que a mí me aburre muchísimo, era así.
La fascinación ejercida por alguna de sus portentosas imágenes ( las calles oscuras, la cámara en picado, torcida, sobre el pavimento ) no salva el film, pero no lo lastran al total olvido. Hay momentos de cine cuidado: no hay dos chapuceros, pero tampoco brilla el pulso de una mano firme que sepa, en todo momento, qué hace y con qué objeto. Esta falta de claridad expositiva está, a mi modo de ver, previsa en el muy sucinto libreto.
Interesa el batiburrillo entre lo naïf y lo hardcore, ese limbo inexpresivo de su compleja ( y abobada ) trama. El estilo de Storm es su no-estilo. Y eso tiene un mérito sea la película sueca o sea, como digo, mozambiqueña.
Tenemos la creencia de que la historia no es el atractivo fundamental sino que hay otras posibilidades: estamos más pendiente de no perdernos que de llegar a puerto. ¿ Es eso síntoma de un film malo ? No lo tengo claro del todo. No le resto un encanto, un pintoresquismo, una cierta dirección artística, una composición sencilla de la escena que pincela una trama con vocación de ciencia ficción o thriller o terror modernos, pero algunos diálogos desarman mi paciencia y me producen un desasosiego intelectual enorme, que me perturba horas después de haberlo visto. Esta estridencia de modernidad en tres actos enteramente prescindibles concita, no obstante, condescendencia, aunque sea únicamente por el riesto que supone, en Suecia, en esta Europa con tanta necesidad de cine que aúne taquilla y crítica, hacer esta película. No seamos, entonces, duros en exceso, pero en lo que a mí respecto prometo no recaer en su visionado salvo que el olvido me perturbe o me vuelva blando como un croissant a las ocho de la mañana. Ah, y si alguien la ve y tiene más tino que yo a ver si me explica las tormentas que van y vienen y el sentido último de la caja de marras.
Igual necesito un psicoanalista. Argentino, a ser posible.
6.11.06
INFILTRADOS : Scorsese estaba escondido
No estamos ante la obra maestra que fue Uno de los nuestros, que hablaba de la misma sustancia, pero es la mejor cinta, a mi entender, de este soso y enclenque año cinematográfico. Brilla por su manejo del tiempo: el arranque enfebrecido con Gimme Shelter de los Rolling Stones principia ya por donde van a ir los abundantes tiros: cine brioso, cine con texto, cine hipnótico. Brilla también porque Scorsese es un contador de historias fabuloso: lo ha sido siempre. Lo que le importa es que los acontecimientos que conforman el texto literario sean lo más nítidamente explicitados al espectador y éste no se vea arrojado a una montaña rusa de historias secundarios que nada aportan al relato en sí, una trilogía hongkonesa sobre las mafias que arrasó en Asia.
Para que esto resplandezca, Scorsese no abusa de la banda sonora: se limita a ir dejando caer canciones sin que éstas se subordinen en exceso a las imágenes como había hecho en Casino o en la ya citada Uno de los nuestros o como hace magistralmente Tarantino. Llama de forma poderosa la atención un tema irlandés atacado por una banda de hardcore metal que suena dos o tres veces en la parte central de la película. La atención primordial del director es partir de una zona cero de los sentimientos, así lo refirió en las ruedas de prensa que vimos por televisión. Esa zona cero de la emoción permite una épica metafísica, un desconcertante ejercicio de renuncia absoluta a cualquier referencia religiosa. Dios no existe. No está. Abandonó a todos y ahora los mire desde arriba, extremadamente atento a las desavenencias de todos esos tipos que su caprichosa mano arrojó al mundo.
Scorsese está obsesionado por la violencia en la condición humana. La violencia física y también el grado cada vez más complejo de violencia semántica. Todas sus películas ( ésta en un grado muy alto ) se configuran como vehículos de investigación de esa obsesión. El final ( que no será aquí desvelado ) lo deja todo en su sitio y retoma la frase con la que se abre este guignol fantástico de la verdad y de la impostura. "Antes", cuenta una voz en off al comienzo del film, "teníamos la Iglesia, que era una forma de tenernos a nosotros". Y ahora sólo campa a sus anchas la Mafia con su Dios doméstico, con su demiurgo pequeñito, que es un Jack Nicholson hecho un cabronazo perfecto, histriónico, sobrealimentado de ego, hiperbólico, pero convincente y amedrantador. El suegro perfecto.
No cerraré este opinión sin mencionar a Leonardo di Caprio, un actor enorme que ha sido ya reconocido por directores como Spielberg o Scorsese, que lo requieren sin cesar. Dolerá ver en adelante esas carpetas pegadas al pecho de las adolescentes de Instituto que exhibían, coquetas y ladinas, la cara de Leonardo cuando era el rey del mundo. Ahora tienen a Orlando Bloom.
addenda a 27 de febrero: Ya tiene Martin Scorsese su óscar a mejor director. Y además es la mejor película del año, a juicio de los académicos. Todos estan aliviados en Hollywood. La dedua está saldada. Todos respiran. Lástima que Hitchcock muriera sin ver cómo el Kodak Theatre, pongo por caso, se pone bravamente en pie y aplaude hasta sudar las manos. Han olvidado los flecos morales que suscitó que el remake oliese, en exceso, a copia del original hongkonés. No importa. Le han perdonado y elevado al altar de las estrellas, pero él ya estaba.
3.11.06
MALEFICIO : Fantasmas light
No ha podido el tal Solomon borrar de la memoria cinéfila colectiva ese grano que fue Dragones y mazmorras, aunque la chiquillería perdiera el seso por ir al cine a su ración de fantasía pobretona.
El muy quemado recurso del sobresalto se espesa: se acoge a la idea de que el cine de terror funciona a base de ruidos y crujidos de escalera, de niñas que aparecen y desaparecen en un columpio o de tomas en blanco y negro para que advirtamos ( es que somos idiotas ) que es el fantasma o el espíritu o el sobresaltador de turno el que mira y nosotros, tontos, de verdad, miramos por sus terroríficos ojos. Todo ya muy a la asiática.
Tobe Hopper es más truculento, pero conoce mejor el tema. Hasta un mandado como es Sidney J. Furie hizo una más que apreciable El ente, que viene a decirnos más o menos lo mismo, pero sin ambientación. Es que estamos ya hartos de encantamientos americanos, que parece que fuera de Tennessee, Nebraska, Nevada o Wichita Falls no hay Poltergeist ni endemoniados. Es lo que les pasa por tener una Historia tan cortita: que tienen que tirar de anecdotario y convertir en episodio nacional lo que fuera de sus fronteras es una chorrada absoluta.
Esperamos, ansiosos, a Clint Eastwood y sus Banderas de nuestros padres. Esa Historia, al menos, es más contundente: nos afecta más a todos. Yo ya no quiero más fantasmadas.
30.10.06
LA PRUEBA DEL CRIMEN : Los hermanastros de Tarantino
Trata de un hombre que corre asustado, tal es el título original del inglés: una steadycam briosa lo persigue y en la persecución, en el vértigo que nos ofrecen, el guión se cae, las hojas se derrumban en alguna acera de la ciudad que retrata y el viento las esparce. Luego no hay voluntad de agacharse, ordenarlas y darles otra vez una oportunidad. Porque el argumento no es malo. Lo incorrecto, lo que no funciona, es la forma en que este realizador novicio ( participó de guionista en Cazadores de mentes, otro producto de videoclub cien por cien amortizable ) concibe el espectáculo de la agonía de su protagonista, que lucha desesperadamente por solucionar un problema que se le ha ido de las manos. Da igual que en los papeles librados para paginación de revistas de cine y webs en la red, se insista en que se ha mimado muchísimo el trabajo del storyboard. Yo no lo aprecio así. Ha sido una oportunidad perdida, pero tampoco hubiéramos perdido mucho si todo se hubiese avenido a un mínimo sentido del orden, de la lógica narrativa. A mí me pareció que la confusión malograba un guión digno, si bien ya visto en trozos de otras cien películas que corren parejas a ésta y que tocan los mismos rigores de la sociedad moderna.
Esta gente al margen de la ley vive tan al día que sus sufrimientos no nos calan, nos tocan de rondón, nos rozan y después nos abandonan. Caso de que Scorsese, pongo por caso, hubiese dirigido el film, otra opinión tendríamos.
La burrada de cosas que suceden en una noche no se creen: no hay veracidad en el trajín de Joey Gazelle ( Paul Walker, guaperas de postín ) en busca de la pistola que puede devolverle la vida, pero no hay que destripar el único interés que posee la cinta, esto es, su primer tramo, la historia en su arranque. Ahí uno se las promete felices. Luego el júbilo deviene paroxismo, aburrimiento. Todo es muy largo. Hasta el final es un torpe engaño, que gustará ( no lo dudo ) a muchos. Podría haber durado treinta minutos menos y no tendríamos que pensar en Scorsese o en Scott o en el inefable Peckinpah, que sabía como nadie retratar la violencia, el caos, el linde finísimo entre los bueno y los malos sin que el espectador tuviese en ningún momento claro de qué lado decantarse.
Si lo que quería Kramer era retratar cómo una familia americana desestructurada se reestructura otra vez, ha marrado, se ha ido por los cerros de Úbeda, provincia de Jaén, pero allí los tales cerros son los valles de Minnesota, pongo por caso. Pues eso: a Minnesota.
Tampoco cuela ese carrusel de colores que van del azul magenta al gris mesopotamia, todo bien digitalizado para que (insisto) su merchandising videoclubero dé el cromatismo deseado y el comprador/alquilador de la cinta se jacte con los amigotes de lo estupendamente que se ve su lcd de 32 pulgadas made in Corea.
Para colores bonitos, La sirenita, que ahora sale en dvd con mayor profusión de lindezas y hasta canciones nuevas.
Posdata: mi abuela decía que en las películas modernas había mucho disparo, mucha gente canalla, mucho embrollo, con lo bonito que es no meterse en líos. No vio, la pobre, La prueba del crimen.
Así que no diré, después de este ejercicio de disección anatómica, que es mala. No diría yo eso. Home cinema, lcd, braserito ( ya mismo ). Y a disfrutar de la casa. Para cine con sala grande, no da. La sala de cine merece otros respetos.
El corazón y el pulmón
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