29.1.07

NOCHE EN EL MUSEO : Cuento para adolescentes inquietos









Embutida en un traje de divertimento adolescente o infantil, la película puede entretener al público adulto, pero dudo que alguien con cierto interés cinéfilo acuda a verla salvo que lleve a la tropa de chiquillos, sean hijos, sobrinos, vecinos o la clase de Cuarto de Primaria.

Noche en el museo cumple con creces su cometido lúdico: hay una ración generosa de efectos especiales deslumbrantes, un guión trepidante y un desenfado, en general, muy de agradecer en estos tiempos de cine muy pensado incluso cuando los receptores van a ser niños ( la Caperucita, el Shrek o el Nemo eran artefactos animados de dudosa filiación infantil porque transpiraban mala leche adulta por muchos costados ).El responsable de esta cinta es Shawn Levy, que antes conocíamos por La pantera rosa o por Doce en casa: se mueve, pues, por terreno abonado, conoce el oficio de carpintero de atracción de feria.










No se le puede exigir lo que le exigimos a Martin Scorsese o a Todd Solondz. Levy se afilia a este segmento validísimo de cine orientado al más genuino consumo familiar: todo es festivo, todo se deja conducir por una mansa corrección política y, por añadidura, el guión ( que en su simplicidad cela variados registros y propone un amplio abanico de lecturas ) da un sugestivo repaso por la Historia, aunque sea Historia de andar por casa y no indague más allá de los saludos de los romanos o de la rudimentaria gestualidad de los hombres de las cavernas.













Esta pedagogía simplista no abunda en el cine para niños: a la salida del cine, uno le explicaba a otro que los romanos tenían un ejército "buenísimo" y que los mamuts y los dinosaurios ( en sus entendederas ) nunca habían coincidido en la Historia. Pues puede ser.

El caso es que una película, una sin excesivas pretensiones de perdurabilidad, había suscitado un diálogo tan escasamente habitual que ya sólo por eso, por ese inédito contrapunto, todo valía la pena y no podíamos, con sinceridad, vapulear tan atinado ejercicio reflexivo.Triste consecuencia sería que la Cultura pasase por estos filtros yankees de palomitas y blockbuster masivo: la Cultura viene por otros lados, o debe venir por otros lados, pero Noche en el museo, al menos, suscita un diálogo entre la realidad y la ficción que tiene como nexo de unión los flecos de ese cultura, sus extremidades más frívolos, pero no por ello ( en estos tiempos de decaimiento libresco, en general ) menos importante.

Ben Stiller hace estupendamente lo que sabe: poner caras, dar su bis cómica en generosas raciones. Este padre en apuros, pobre, desubicado en el mundo, necesita esas noches en el museo para que su hijo le tome en consideración: este plus de psicología barata no desarma la traca fabulosa de efectos especiales cuando todas las figuras de cera del museo cobran mágica vida y campan a sus anchas, anárquicos y tozudos, llevando sus tópicos a extremos desternillantes: hay una escena ( la mejor, sin duda ) en la que el guardia nocturno Larry ejerce de psicoanalista de Atila y lo hace llorar como un crío.

Curioso también contemplar el tributo a actores ya retirados prácticamente como Dick Van Dykes, Bill Cobbs o el inefable Mickey Rooney.

Aire fresco, que falta hace.Y si no tiene sobrinos, hijos o allegados a de corta edad a quien dar un rato estupendo de cine, vaya usted. Quizá no se arrepienta del todo y salga rejuvenecido como cuando aquellas sesiones matinales de sábado le hacían sentir que el mundo era perfecto y que no importaba dejarse engañar por una historia. Una buena: un llena-cines absoluto ( Nunca en una sesión de domingo por la mañana he visto yo el cine al que acudo tan pletórico, tan vivo, tan lleno )

Goya 2007

Mejor Película: Volver, de Pedro Almodóvar.
Mejor Dirección: Pedro ALmodóvar, por Volver.
Mejor Dirección Novel: Daniel Sánchez-Arévalo, por AzulOscuroCasiNegro.
Mejor Guión Original: Guillermo del Toro, por El Laberinto del Fauno.
Mejor Guión Adaptado: Lluís Ascarazo, por Salvador (Puig Antich).
Mejor Actor: Juan Diego, por Vete de Mi.
Mejor Actriz: Penélope Cruz, por Volver.
Mejor Actor de Reparto: Antonio de la Torre, por AzulOscuroCasiNegro.
Mejor Actriz de Reparto: Carmen Maura, por Volver.
Mejor Actor Revelación: Quim Gutiérrez, por AzulOscuroCasiNegro.
Mejor Actriz Revelación: Ivana Baquero, por El Laberinto del Fauno.
Mejor Dirección de Fotografía: Guillermo Navarro, por El Laberinto del Fauno.
Mejor Montaje: Bernat Villaplana, por El Laberinto del Fauno.
Mejor Dirección Artística: Benjamín Fernández, por Alatriste.
Mejor Música Original: Alberto Iglesias, por Volver.
Mejor Canción Original: Tiempo Pequeño, de Bebe y Lucio Godoy, por La Educación de las Hadas.
Mejor Dirección de Producción: Cristina Zumárraga, por Alatriste.
Mejor Diseño de Vestuario: Francesca Sartori, por Alatriste.
Mejor Maquillaje y/o Peluquería: José Quetglas y Blanca Sánchez, por El Laberinto del Fauno. Mejor Sonido: Miguel Polo y Martín Hernández, por El Laberinto del Fauno.
Mejores Efectos Especiales: Martí Ribé, Reyes Abades, Everett Burrell, Edward Irastorza y Emilio Ruiz, por El Laberinto del Fauno.
Mejor Documental: Cineastas en Acción, de Carlos Benpar.
Mejor Película de Animación: Pérez, el Ratoncito de tus Sueños, de Juan Pablo Buscarini.
Mejor Película Extranjera de Habla Hispana: Las Manos, de Alejandro Doria (Argentina).
Mejor Película Europea: La Reina (The Queen), de Stephen Frears.
Mejor Cortometraje de Ficción: A Ciegas, de Salvador Gómez-Cuenca.
Mejor Cortometraje Documental: Castanuela 70, El Teatro Prohibido, de Manuel Calvo y Olga Margallo.
Mejor Cortometraje de Animación: El Viaje de Said, de Coke Riobóo.

Cine para leer


Esto de escribir sobre cine tiene sus cosas: unas buenas, otras, mejores. Hay como un regusto íntimo a obra terminada, a comunicación íntima entre el autor y, en este caso, el modesto escribiente ( no digamos pomposamente crítico porque no siempre se critica, no siempre se rebaja o se ensalza un film ) que hilvana unos argumentos, que abandona al albur del lector unas letras para, en todo caso, hacer más grande de lo que ya es el séptimo arte.Digamos que son contribuciones diminutas, pero hay un universo cinéfilo cómplice que lo leo todo y que a todo rincón llega con su hambre canina de información.

Los libros en cuestión son:

1.- Groucho Marx, una biografía, de Stefan Kanfer, que edita RBA Editores. Asequible introducción a la compleja, aunque aparentemente frívola y desternillante, personalidad del genio del humor.

2.- El cine según Hitchcock, de Francois Truffaut, que reedita más lujosamente Alianza Editorial. Libro de cabecera de quien lee cine, de quien lampa por ver su pasión traducida a papel. Incomensurable. Genial. Adictivo. De lectura y relectura obligada, placentera.

3.- Estética del cine, de Jacques Aumont, Alain Bergala, Michel Mairie y Michel Vernet, de Paidós. De más fatigosa asimilación ( todavía no he acabado de hincarle mi ocupado diente ), deja entrever una sociología del cine, una teoría válida para ubicarlo dentro de las corrientes artísticas del finiquitado siglo XX.

La edicición cinematográfica patria es relativamente abundante ( más de 300 títulos en 2.006 ), pero como suele pasar, hay más escribidores que lectores, o casi. En una superficie muy conocida de Cultura ( films, música, gadgets informático, en fin... ) comprobé cómo la estantería dedicada al cine era apabullante.

(Compré un tocho enorme llamado 1001 películas que debes ver antes de morir y que firma Steven Jay Schneider y publica la atractiva Grijalbo. Se deja leer con gusto, aunque abusa de cierto cine ajeno a nuestra competencia cultural, digámoslo así. Abunda el cine indio o el cine ruso de los primeros treinta... )
Faltan clásicos, claro. 1001 películas que podrían haber sido 2000. O 5000. Hay para todos los gustos. Es, no obstante, altamente recomendable como prontuario de referencias inmediatas y la colección de articulistas es variada, sin escorarse en ningún momento hacia ninguna tendencia o moda.

28.1.07

EL TRUCO FINAL (THE PRESTIGE) : Las arañas de Marte invaden el escenario





Al hilo de El ilusionista, compleméntandola sin pisarla, ocupando ambas diferentes zonas de un mismo ángulo narrativo, El truco final ( the prestige ) se afianza en la cartelera como un título interesante, digno, de una manufactura sobria y un plantel absolutamente esplendoroso ( Christian Bale, Hugh Jackman, Michael Caine, Scarlett Johansson ).

Dirige Christopher Nolan, que entregó la fastuosa y alambicada Memento, el thriller polar Insomnio ( con unos muy comedidos y sorprendentes Al Pacino y Robin Williams, en papeles de una contención proverbial siendo quiénes son ) y esta última entrega de Batman, alejada del cliché de la política de Hollywood y escorada, con fortuna, al estudio más sagaz de los personajes y un alejamiento consciente de las formas clásica de los superhéroes para reinventar ( lo hizo, no me cabe duda ) el género. Pues habida cuenta de todo esto, El truco final ( El prestigio ) debería haber sido un peliculón o, al menos, una pelìcula con mimbres de calidad, entretenida, con las suficientes referencias para el cinéfilo exigente y con toda la metralla comercial para el consumidor de cine más pasivo, menos entregado a buscar debajo de las piedras los alacranes del genio.
Esa esperanza se difumina al poco de avanzar el metraje que a mí se me antojó confuso, embarrullado, carente de gancho, frío quizá. Viene a pasar con esto de los trucos de magia que una vez que se ha visto el "prestigio", como dicen en la cinta, nada es ya relevante. Y Nolan hace trucos fastuosos, gesta una vigorosa puesta en escena que no carece de elementos brillantes ( hay un tono gótico, un regusto casi malsano por bucear en las raíces más perversas de la venganza ), pero que cae ( con estrépito, diría yo ) en el tramo final: cuando las cartas ocultas se ponen boca arriba y asistimos a la racionalización de la fantasía.







Bale y Jackman están muy por debajo de lo que esperamos. Caine cumple. Scarlett Johannson no acaba de encontrar el papel definitivo y languidece como ayudante-amante de los dos magos en un papel extraño, que no acaba de producir empatía en el espectador.
La magia y la ciencia no matrimonian nunca: se repelen. Todo cuanto fascina y deslumbra por mágico trae después decepción y desencanto en lo racional. Entrar en más detalle sería desvelar los vericuetos argumentales que hacen llevadero ( digamos que simplemente llevadero ) el (excesivo ) metraje.
Que Bowie aparezca hace que todo tenga un plus de morbo: uno no puede evitar ( yo, al menos, no pude, fascinado por ver al Gran Duque Blanco, al genio absoluto de la música, al camaleón mítico de la vanguardia del rock de las tres últimas décadas ) sentir un cosquilleo en la boca del estómago de modo que al terminar el film agarré mi estantería de cd's y oí ( del tirón ) Ziggy Stardust and the Spiders of Mars.... y oh my god, ahí agradecí a Nolan, a la magia, al cine que exista la música y que detrás de todo quizá la película únicamente haya servido para recordarme que hay discos perfectos, durmiendo el sueño de la espera hasta que la mano cómplice los saca de su funda y los introduce, golosa, deleitosa, pecaminosamente en la bandeja del reproductor, agarra el potenciómetro del amplificador, vigila que la familia no está excesivamente cerca y deja que los decibelios ( diré ahora que durante un rato apabullantes ) inunde el aire, perfumen la noche, abandonen en mi memoria júbilo y alegría, amor y también reconciliación con el mundo y sus barbaries.
¿ He escrito de cine o he escrito de Bowie ? Pues yo lo tengo muy claro.

25.1.07

ALGUNOS HOMBRES BUENOS : Señor, sí, señor




No debería ser causa de extrañeza que una película pivote exclusivamente sobre la personalidad de uno de sus protagonistas o que, dicho de otra manera, una película sea un actor y no podamos bajo ninguna circunstancia imaginarla sin su presencia. Si encima el personaje en cuestión es secundario y apenas sale en pantella asistimos a un fiasco.
Algunos hombres buenos es un fiasco, en cierto modo, pero Jack Nicholson la reflota y la eleva a un meritorio elenco de películas que pudieron haber sido notorias y que, inexplicablemente, caen en el olvido.
El cine yankee ha vivido muchas veces de este reclamo publicitario. Películas de Bogart o de Gregory Peck o de James Dean. También hay discos que funcionan por una sola canción. O libros de los que sólo nos quedamos con una frase, con un brillo tenue que perdura en nuestra memoria como oro en la mano del avaro.
Algunos hombres buenos sobrevive por un juicio donde todos los actores ( Tom Cruise incluido ) dan la talla y donde Jack Nicholson da la vida, pero la da sin esfuerzo, imperceptiblemente.
El engaño de la hora y media previa se excusa y sale uno del cine ( bueno, yo ayer la vi en mi dvd doméstico ) con una sonrisa satisfecha: no sintiéndonos timados en exceso.
El guión, que crece hasta el formidable final, revela los rígidos códigos del honor del ejército americano y cómo un joven abogado ( Cruise ) desmonta el tinglado de proteccionismo, la disciplina del silencio y, sobre todo, el status intocable de un ( repito ) Nicholson en estado de gracia absoluto, en uno de los papeles más ajustado a su desajuste mental, a su genialidad creativa y a su cara de mala leche tremebunda.
Secundarios notables como Kiefer Sutherland o Kevin Bacon dan un contrapunto atractivo. Demi Moore rellena, como casi siempre y Tom Cruise, sin pulir, pipiolo aún, es correcto en su rol de militar con principios, aunque frívolo en un primer momento.
Años después de su estreno, Cruise ha elevado vuelo, a pesar de que recientemente las distribuidoras, las dueñas del parné, hayan retirado parte de su confianza porque sus franquicias, sus saltos y sus carreras ( mira que corre el tío en todas las películas ) no dan caja como quisieran.
Nicholson pasa de caja y nadie se plantea que una película suya vaya a tapar los agujeros habituales de las productoras, pero esto se sabe y Jack, mi adorado Jack, está para lo que está: para hacernos creer que la interpretación es un Arte y merece elogios absolutos cuando se ejecuta con esa pasmosa clarividencia.
¿ Se nota cuál uno de mis actores favoritos ?
Pues por Jack acudan al videoclub favorito, alquilen estos hombres buenos o cómprenla.
Comprar cine es una inversión, aunque no la estudien quienes escriben esos periódicos de papel amarillento que hablan de índices dow-jones y de tantos por cientos imposibles de entender para mentes sencillas como la mía.

ROCKY BALBOA : Tour final : Redención








Entre 1.976 ( Rocky ) y 1.990 ( Rocky V ) Stallone dibujó las ya previsibles y rudimentarias líneas de un personaje que le daría fama y, al tiempo, enconados litigios con el gremio de la crítica, que arrumbaba con menosprecio la franquicia del púgil Balboa al anaquel más desvencijado del videoclub de serie B más humilde.

La quema pública de esta saga salvaba milagrosamente la entrega primera, que se granjeó el aplauso de la Academia de Hollywood ( tres estatuillas: director - Avildsen -, montaje y fotografía ): Rocky era un noble trabajo sobre el mundo del boxeo con un Stallone aún sin pulir ( ni falta que hacía ) en el papel del púgil solitario y tozudo que se redimía de los peligros de la calle a base de mamporros en el cuadrilátero.






Las otras cuatro entregas insistían en lo prescindible: Balboa, sin dinero, volviendo al ring; Balboa ayudando a un amigo al que, en la cuarta, venga en Moscú; Balboa entrenando a un joven prometedor remedo de sí mismo. Ésta quinta parte es, sustancialmente, una película igual de desechable, pero contiene un sentido de la dignidad admirable del que las otra carecían por completo. Stallone, mal actor, es perro viejo en esto del cine y sabe que volcando su personalidad en la historia del personaje, o viceversa, qué sabemos, hará que los sesudos de la pluma busquen tres pies al gato y descubran, pasmados por el hallazgo, que en realidad de lo que se trata es de la verdadera historia de Sylvester Stallone, de su gloria y de su declive, de cómo la vida te puede dejar sonado, pero no tonto del todo.

El acta de defunción de este Rocky Balboa está escrita en una caligrafía sobria y abunda, pese a los tristes precedentes, en demasiados clichés: los mismos que antaño era bandera, himno y forro de todos los minutos. No evitaré advertir de cierta querencia a perpetuar las frases tremendas que parecen copiadas de cualquier novelón-pastelazo de serie B baja a lo Estefanía, pero en inglés y con lona de fondo.









Este Balboa del siglo XXI está ya fondón, vive en su restaurante, viudo, con un hijo que no le tiene en consideración. Los principios morales de este nuevo Rocky son la pasta o la redención: ambas tal vez. Ve uno en este resucitamiento una muy inteligente operación de marketing diseñada al hilo de los héroes en decadencia, del final de la vida y de la puesta de largo del mito que regresa. Stallone lo ha hecho por amor a la pasta y en el 2.007 promete una revitalización de Rambo, a la que prometo no acudir.

Suena inmarcesible Gonna fly now, la inmortal melodía de la banda sonora primigenia y vemos de nuevo a Rocky en la escalera del Museo de Arte de F¡ladelfía con la sección de viento de Bill Conti a todo trapo.

Metacinematográfica, convincente en su legítima revisión de la causa, Rocky Balboa proporcionará un rato de placer fugaz a quienes asisten con un ojo en el ya talludito Stallone y otro en la película multipremiada de 1.976.

¿ Qué hiciste tú en 1.976 cuando Stallone reventaba la nariz de Apollo Creed ? Yo estaba en Primaria, E.G.B. entonces, y escuchaba Hotel California de la The Eagles, pero eso es otra historia e igual puede contarse en otra reseña.

Ah, y las escenas de boxeo puro están logradas.




24.1.07

PRINCESAS : Melodrama con silenciador





Lejos de ser un retrato ácido de la prostitución al que muchos habrían puesto la firma del guionista y director Fernando León de Aranoa, Princesas es un sencillo inventario de las rutinas que pueblan la vida de gente normal, que esconde sus pecados y abre su corazón a los demás cuando las circunstancias así lo mandan. No se complica León de Aranoa en alambiques narrativos que restarían protagonismo a lo que él verdaderamente considera esencia de su film: la amistad sin ambages, lenta, primorosa, de dos prostitutas que se alían contra la miseria de la gente y contra la dureza del mundo que tienen enfrente. Caye ( Candela Peña ) y Zulema ( Micaela Nevárez ) soportan estupendamente el peso del film, que es mucho y poco, que se resume en tres pinceladas, pero que lastra un universo amplio de sentimientos universalmente entendibles, de gestos perfectos y de miradas sinceras.


La melancolía, la ternura, la tristeza: aspectos que nunca han abandonado del todo el cine de este forense de la sociedad, que vivisecciona el cuerpo recién abatido de una ciudad que respira rutina, incomunicación y desasosiego en todas sus calles.



Guión, a decir verdad, hay poco: no se precisa. Ese reivindicación del cine pseudocumentalista, lírico a la manera en que León de Aranoa entiende la belleza, da un film pausado en exceso, sobrecargado en los hombros de dos actrices en estado de gracia, que parecen no actuar y que llevan con estimable dignidad la carga poética de la historia.
No es Los lunes al sol ni Barrio ni la esplendorosa ópera prima Familia: Princesas es cine de menor entidad. Es más un capricho de un guionista inquieto, y arriesgado, que una propuesta con alcance comercial y miras artísticas como las que la preceden.
Diríase que todo se ha dejado llevar por las ganas de ofrecer una visión distinta del hecho físico y social de la prostitución. Hay demasiado costumbrismo: un atiborramiento innecesario de silencios, de complicidades que ya sabemos y que sobran.
Endulzado como no hacía falta, el resultado es decepcionante, habida cuenta ( será al final eso ) de las expectativas creadas con esas cintas antes citadas y que abrieron la ilusión de que Fernando León de Aranoa tenía una voz singular y un universo de sentimientos de largo recorrido. No se ha fallado a sí mismo, en mi modesta opinión, pero ha dejado pasar la oportunidad de continuar arriesgando y ganando.
Princesas arriesga, aunque pierde: se deshace en la comicidad impostada, en cierta desgana en darle un mayor fondo argumental. Sin un guión en el que pasen cosas, el cine pierde bazas irrecuperables.
El cine desguionizado, si lo hay, será cine, pero lindando ya con otros territorios que, en ocasiones, proporciona mejores resultados con otras armas como la música ( el arte inefable por excelencia ) o la literatura ( el arte absoluto por antonomasia ).
Addenda: el final es ambiguo, algo cobarde: quizá el único posible, lo cual es una pena que yo no sufro.



LEMMING : Comedia gansa




Mi incultura en materia zoológica no reparó en que los lemmings son un roedores que habitan en las tundras árticas. Tampoco que llevan a su pequeña espalda la leyenda de que se suicidaban en masa. Lemming, la película que toma como título el nombre de este animal, del que oímos que está en una tubería, es una comedia con ribetes dramáticos ( cuál no lo es ) o un drama con tintes cómicos. El lemming invasor es la metáfora de la compleja red de relaciones que mantiene un matrimonio estable y normal que asiste, entre el estupor y la indignación, a las refriegas de otra pareja, sus jefes, que se autoinvitan a una cena.
El planteamiento, en el cine francés, no es novedoso: se trata de la interrupción de un modo de vida y la tenue aunque dolorosa evidencia de que otro modo, menos agradable, necesariamente más acre y hostil, anida en cualquier rincón, agazapado, como a la espera de ocupar el espacio en el que antes, ni por asomo, se imaginaba estar.





La teatralidad está muy forzada, muy a la francesa, coligiendo que vamos a asistir a la pompa del declive de una burguesía desasosegada, proclive siempre a una tensión que, en ocasiones, genera una violencia enorme. El guión se desajusta de los tópicos cuando abraza, sin rubor, la fantasía, la imaginación espoleada por ese lemming fantasma que ha venido de la tundra y que se ha instalado en las conversaciones, en los postres, en toda la maquinaria bizarra de este artefacto de cruda digestión, pero interesante y valioso para apuntalar la idea de que el cine europeo es estupendo y que puede alejarse de las facturas americanas, sin renunciar a un brioso espectáculo cinematográfico. Hay en algunas escenas verdadera acción: más acción que en muchos mamporros del inasible Van Damme. Moll, este director alemán del que conocíamos Harry, un amigo que os quiere, no es Claude Chabrol. Tampoco el ahora relevante Haneke. Moll es el lemming oculto en la cañería: acecha en el alambicado mundo de los tubos que comparten con nosotros una casa y escupe ( el verbo está ácida y meditadamente pensado ) una comedia gansa, deslumbrante a veces, arquetípica en su resolución, desconcertante en todo el largo metraje que nos ofrece.




La negritud de la trama, el acendrado thriller que va por debajo y la pesadilla metafísica que suspende toda la acción en una idea rocambolesca de sueño o de ficción se convierte en una autoindulgente propuesta de estilo, nunca cándida, que va adoptando a medida que crece un retorcimiento cada vez mayor, una escabrosa superposición de capas bajo las cuales anida, inalterable, la semilla de la enfermedad que está destruyendo la civilizada tradición de la familia europea. Cenas enrarecidas como ésta hubiesen dado en un Woody Allen en estado de gracia una comedia igual de gansa, pero aditamentada con un humor igual de corrosivo, pero más accesible. Todo queda, en demérito de esta muy decente obra de Moll, en un artificio vacuo, en una impostada locura entre lo onírico y lo real, a caballo de la fábula y el ensayo social a lo burro.

23.1.07

Nominaciones a Oscars 2007

Mejor película:
Babel
Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima)
La reina (The Queen)
Little miss Sunshine
Los infiltrados (The Departed)

Mejor director
Clint Eastwood, por Cartas desde Iwo Jima
Stephen Frears, por La reina
Paul Greengrass, por Vuelo 93 (United 93)
Alejandro González Iñárritu, por Babel
Martin Scorsese, por Los infiltrados

Mejor actor
Leonardo DiCaprio, por Diamante de sangre(Blood Diamond)
Ryan Gosling, por Half Nelson
Peter O’Toole, por Venus
Will Smith, por The Pursuit of Happyness
Forest Whitaker, por The Last King of Scotland

Mejor actriz
Penélope Cruz, por Volver
Judi Dench, por Escándalo (Notes on a Scandal)
Helen Mirren, por La reina
Meryl Streep, por El diablo viste de Prada(The Devil Wears Prada)
Kate Winslet, por Little Children

Mejor actor secundario
Alan Arkin, por Little Miss Sunshine
Jackie Earle Haley, por Little Children
Djimon Hounsou, por Diamante de sangre
Eddie Murphy, por Dreamgirls
Mark Wahlberg, por Los infiltrados

Mejor actriz secundaria
Adriana Barraza, por Babel
Cate Blanchett, por Escándalo
Abigail Breslin, por Little Miss Sunshine
Jennifer Hudson, por Dreamgirls
Rinko Kikuchi, por Babel

Mejor filme animado
Cars
Happy Feet
Monster house

Mejor película en idioma extranjero
Después de la boda (Efter brylluppet), de Dinamarca
Indígenas (Indigènes), de Argelia
El laberinto del Fauno de México y España
La vida de otros (Das Leben der Anderen), de Alemania
Agua (Water), de Canadá

Mejor guión original
Guillermo Arriaga, por Babel
Iris Yamashita y Paul Haggis, por Cartas desde Iwo Jima
Michael Arndt, por Little Miss Sunshine
Guillermo del Toro, por El laberinto del Fauno
Peter Morgan, por La reina

Mejor guión adaptado
Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Peter Baynham, Dan Mazer, Todd Phillips, por Borat
Alfonso Cuarón, Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus, Hawk Ostby, por Hijos de los hombres (Children of Men)
William Monahan, por Los infiltrados
Todd Field y Tom Perrotta, por Little Children
Patrick Marber, por Escándalo

Mejor fotografía
Vilmos Zsigmond, por The Black Dahlia
Emmanuel Lubezki, por Hijos de los hombres
Dick Pope por, El ilusionista (The Illusionist)
Guillermo Navarro, por El laberinto del Fauno
Wally Pfister, por El truco final (The Prestige)

Mejor edición
Douglas Crise y Stephen Mirrione, por Babel
Richard Chew y Steven Rosenblum por Diamante de sangre
Alfonso Cuarón y Alex Rodríguez por Hijos de los hombres
Thelma Schoonmaker, por Los infiltrados
Clare Douglas, Richard Pearson y Christopher Rouse, por Vuelo 93

Mejor dirección artística
John Myhre, Nancy Haigh, por Dreamgirls
Jeannine Claudia Oppewall, Gretchen Rau, Leslie E. Rollins, por El buen pastor
Eugenio Caballero y Pilar Revuelta, por El laberinto del Fauno
Rick Heinrichs y Cheryl Carasik, por Piratas del Caribe: El cofre de la muerte
Nathan Crowley y Julie Ochipinti, por El truco final (The prestige)

Mejor diseño de vestuario
Chung Man Yee, por Curse of the Golden Flower
Patricia Field, por El diablo viste a la moda
Sharen Davis, por Dreamgirls
Milena Canonero, por Marie Antonieta
Consolata Boyle por La reina

Mejor banda sonora original
Gustavo Santaolalla, por Babel
Philip Glass, por Escándalo
Alexandre Desplat, por La reina
Thomas, Newman por The Good German
Javier Navarrete, por El laberinto del Fauno

Mejor canción original
“I Need To Wake Up”, Melissa Etheridge, de La verdad incómoda(An Inconvenient Truth)
“Listen”, Henry Krieger, Scott Cutler, Anne Preven, de Dreamgirls
“Love You I Do”, Henry Krieger, Siedah Garrett, deDreamgirls
“Our Town”, Randy Newman, de Cars
“Patience”, Henry Krieger, Willie Reale, deDreamgirls

Mejor maquillaje
Aldo Signoretti, Vittorio Sodano, por Apocalypto
Kazuhiro Tsuji, Bill Corso, por Click: perdiendo el control
David Martí, Montse Ribé, por El laberinto del Fauno

Mejor sonido
Kevin O’Connell, Greg P. Russell, Fernando Cámara, por Apocalypto
Andy Nelson, Anna Behlmer, Ivan Sharrock, por Diamante de sangre
Michael Minkler, Bob Beemer, Willie D. Burton, por Dreamgirls
John T. Reitz, David E. Campbell, Gregg Rudloff, Walt Martin por Banderas de nuestros padres Flags of Our Fathers)
Paul Massey, Christopher Boyes, Lee Orloff por Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto

Mejor edición de sonido
Sean McCormack, Kami Asgar por Apocalypto
Lon Bender por Diamante de sangre
Alan Robert Murray, Bub Asman por Banderas de nuestros padres
Alan Robert Murray por Cartas desde Iwo Jima
George Watters II, Christopher Boyes por Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto

Mejores efectos visuales
John Knoll, Hal T. Hickel, Charles Gibson, Allen Hall por Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto
Boyd Shermis, Kim Libreri, Chas Jarrett, John Frazier por Poseidón
Mark Stetson, Richard R. Hoover, Neil Corbould, Jon Thum por Superman returns (Superman Returns)

Mejor documental
Deliver Us from Evil de Amy Berg y Frank Donner
La verdad incómoda de Davis Guggenheim
Iraq in Fragments de James Longley y Yahya Sinno
Jesus Camp de Heidi Ewing y Rachel Grady
My Country My Country de Laura Poitras y Jocelyn Glatzer

Mejor corto documental
The Blood of Yingzhou District de Ruby Yan y Thomas Lennon
Recycled Life de Leslie Iwerks y Mike Glad
Rehearsing a Dream de Karen Goodman y Kirk Simon
Two Hands de Nathaniel Kahn y Susan Rose Behr

Mejor corto animado
The Danish Poet de Torill Kove
Lifted de Gary Rydstrom
The Little Matchgirl de Roger Allers y Don Hahn
Maestro de Géza M. Tóth
No Time for Nuts de Chris Renaud, Mike Thurmeier

Mejor corto
Binta y la gran idea de Javier Fesser y Luis Manso
Éramos pocos de Borja Cobeaga
Helmer & Son de Søren Pilmark y Kim Magnusson
The Saviour de Peter Templeman y Stuart Parkyn
West Bank Story de Ari Sandel

21.1.07

13 (TZAMETI) : Crónicas del destino moderno




Un arreglatejados, pobre como una rata, descubre el cofre del pirata muerto con el plano de la isla que tiene el tesoro fabuloso. No se corta un pelo y zarpa al infierno: eso es 13 Tzamenti, un viaje a las profundidades del horror del alma humana, un preciso ejercicio de disección de la ambición y de cómo ésta prefigura un destino.
Paranoia, locura, estremecimiento, un Hostel a lo bruto: la película que aúna el espíritu de moda Saw en cualquiera de sus entregas y un punto a lo Polanski del principio cuando rodaba sin escrúpulos y hacía retratos perversos de las ambiciones y del estricto código deontológico del mal en estado puro ( Cul-de-Sac y luego, menos sonoramente Chinatown ).
Hay un tono crudo, intimista, pero también están los patrones del thriller: todo muy bien
sazonado de argumentos convincentes como el guión ( irreprochable, novedoso dentro de lo trillado que está todo en esto de escribir cosas para el cine ) o la actuación de Sebastian, el protagonista, un estupendo y, por mí, desconocido George Babluani, que habla en un gesto o en un silencio entre una frase y otro que otros actores de valía con un parlamento de tres minutos.
El blanco y negro conviene a estos sentimientos turbios, manejados con frío desperpajo por un director novel, Gela Babluani, que promete ( y mucho ). ( Ojo a su nuevo, anunciada, L'Heritage ).
Recomendable para quien desee asistir a una sesión de adrenalina bien escrita, de poderosa escritura de cine negro clásico, pero transmutado ( a pesar de la apariencia a la antigua ) en modernidad absoluta. Un descubrimiento avalado por una ristra enorme de premios.

18.1.07

EL EJÉRCITO DE LAS TINIEBLAS : Los esqueletos toman la pista de baile







Fundada sobre la prolífica serie B del gore italiano y sobre la jocosa ciencia ficción marciana de los primeros cincuenta en los Estados Unidos, El ejército de las tinieblas ejerce de bisagra entre lo aversión visual de la primera ( vísceras, sangre, mutilaciones ) y el romanticismo doméstico, cutre y barato de la segunda ( con su imaginación narrativa, con su marketing de cine matinal de barrio ).
Raimi obvia la seriedad que luego exhibió en Spiderman ( 1, 2 y ahora 3, suponemos ) o Darkman, por poner dos ejemplos gratos para este cronista, para darnos una ración de terror a lo Monthy Python con gags dignos de un buen Mel Brooks. Y para que este collage de elementos salga meridianamente decente termina plagiándose a sí mismo ( ole ) y haciendo chacota fina de su Posesión infernal ( altamente recomendable si queremos ver cine de terror asqueroso de calidad ) o la ya citada Darkman, que es evasión, cómic rupturista y, sobre todo, no olvidemos, caja, ring, ring.
Bruce Campbell es el actor fetiche de Raimi y lo estruja estupendamente en esta película. Bien metido en el papel de Ash ( Ceniza ), el viaje del Tiempo que acaba en el Medievo y debe asumir una función heróica, profética, que redimirá a los habitantes del Castillo y, al tiempo, a él mismo. Tampoco hay psicología profunda de personajes o trazados finísimos de la moral de la época. No hay personajes. No hay época.
Robar el Necronomicón, el libro del Mal atribuido por Lovecraft a un apócrifo árabe metido a Fausto, por encima de la resistencia que un ejército de esqueletos: de eso se trata. ¿ Esqueletos ? Sí, mandíbulas, coxis, omóplatos, fémures bailando como en el Thriller de Michael Jackson en un homenaje estupendo al clásico de Haskin, Jasón y los ARgonautas.
Yo disfruté muchísimo en esta escena esplendorosa por la que ya vale la pena ver el film, pero hay más: hay un tributo desenfadado al cine medievalista de capa, espada y torreón, inyectándole modernidad: insuflándole un punto de modesta grandilocuencia que se advierte, sobre todo, en los primeros veinte o treinta minutos. Luego la película decae, pero eso ya lo sabíamos.
El mérito es la mescolanza de dos géneros aparentemente dispares, no juntables: el cine de época ( la medieval, claro ) y el terror cuasigore sin que ninguna pierda enjundia.
Hay que ver El ejército de las tinieblas porque es digna, fácilmente arrumbable al cajón de los ratos perdidos en una sala, en este caso un sillón orejero de casa, pero divertida, sólida y noble si se sabe contextualizar el film en un orden necesariamente paracinematográfico, mestizo, fuera de normas.

15.1.07

MARÍA ANTONIETA : Mucha pompa, ninguna circunstancia




De lo que se habla en María Antonieta es del preámbulo glorioso de la Revolución francesa, hito en la Historia de la Humanidad, episodio donde la razón debate su encarnizada lucha contra sus monstruos, pero el lenguaje de Sofia Coppola se traviste de convenciones, se frivoliza y se erige como chabacana traca de petardería de feria de lo que, en otras manos, hubiese dado una sinfonía con una masa orquestal apabullante, sublime y, en su artificio, coherente, lírica. Nada de eso hay en este ejercicio de marketing de la hija del maestro Francis Ford.
María Antonieta no es, empero, una mala película. Alone in the dark, que tuve el insufrible pecado o capricho de ver hace unos noches, lo es en grande sumo. El film pseudobiográfico de esta niña convertida en reina desde su Austria de vals hasta el París ardiente de ideas sacrifica la hondura psicológica de unos personajes, por fuerza, ricos, en aras de provocar ( y lo consigue ) con dosis mayestáticas de glamour, como si todo, al cabo, deviniese un largo ( dos horas ) videoclip a la MTV como aquél estupendo de Queen llamado It's a hard life.
Kirsten Dunst, la reina infante, es voluntariosa, delicadamente chic, abandonada como una silla refinada en un salón versallesco, nunca mejor escrito, felizmente inestable en su mundo de protocolos, pelucas y trajes de cincuenta kilos, eficiente bajo su peinado de impresión.
El personaje, rebajado a banal adorno, asiste a un ir y venir de cuadros de época, sazonados por un insólito hilo musical, provocador y agradable, pero a todas luces inapropiado.




No es, bajo ninguna circunstancia, una puesta al día (necesaria) del género por más que hayamos depositado tantas esperanzas en la confianza de que Sofia Coppola, vista Lost in translation, iba a hacer una película de mayor nombradía, limitándose a construir una insoportable, por barroca, pintura de época, sin antecedentes en el último cine comercial, hecha con descaro, pero desatinada, supeditándolo todo al ruido de las lentejuelas, al pasmoso palacio que vemos una y mil veces, rodado en desconcertantes y hermosísimos ángulos.
La tristísima soledad de la reina, su escoramiento a un perfil moderno de fémina sometida por las estrictas convenciones de la sociedad, queda en craso experimento de excéntrico resultado.Las peripecias del argumento, en suma, tampoco convencen: se pierden en la costura de los trajes, en el brillo de las lámparas.

DULCE EMMA, QUERIDA BOBE : Los escombros del comunismo









De entrada, un aviso. Dulce Emma, querida Bobe no es cine con mayúsculas como lo pueda ser Las uvas de la ira o Psicosis o Casablanca o El árbol de la vida. No es cine que haya marcada a una generación y que luego haya marcado a otra. Y lo que venga. No es cine manifiestamente popular del que podamos oir hablar en una mesa de un bar o en la tertulia improvisada en la cola de un cine, pero es cine con mayúsculas y merece que la sentimentalidad de esta prosa vocacional y apasionada se entregue durante un rato y el amable lector ajeno al título pueda bucear en filmotecas públicas o en archivos privados para visionarla. No se arrepentirá lo más mínimo.
Quien la conozca ( yo la vi en un pase de la gloriosa 2 de TVE y ahora la he repescado en formato digital ), igual vuelve a su encanto crudo, pero necesario. Las astillas del régimen socialista flotan sobre la piscina y agujerean la balsa en la que tratan de sobrevivir los profesores de un colegio. La línea de flotacíón hace aguas y cada futuro naúfrago cacarea lo que sabe para reivindicar su porción de salvavidas.
A Emma, aparte de la revolución social, le preocupa el sindicalismo sexual y deambula los pasillos de la escuela pública de Budapest en la que trabaja lampando por cepillarse al director: un tipo cobarde, huidizo, varado entre la fidelidad conyugal y el clandestino vicio de pecar fuera de programa. Es una mujer fácil, que pretende superar una crisis personal rodeada de una crisis estatal, económica, política. en sueños, Emma cae como por un largo terraplén, desnuda, con el rostro contraido y la boca hecha un torcido, feo gesto. Bobe tiene un talante occidental, materialista, y vive su odisea particular de escalafonar y aplicar el carpe diem latino a su libreta de ahorros y a su solazo vaginal: se hace, pues, puta, y termina tirándose, al final, desde un tercer piso quizá porque no supo responder a la estricta observancia del reglamento clasista del comunismo atrincherado de su gobierno.
Szabo es un director húngaro ( Budapest, 1938 ) plenamente occidentalizado, pero sabe recuperar las lecturas adolescentes y escribir un film ajeno a los mecanismo narrativos del cine europeo o americano que ha degustado en su occidentalización. No hay correlato fílmico entre este Dulce emma, querida Bobe y otros films suyos como la conocida Cita con Venus ( Glenn Close ) o Hanussen ( con su compatriota y amigo Klaus Maria Brandauer, que recordamos en Memorias de África muy especialmente ). Szabo cela con mimo su cultura socialista, el legado de la escuela rusa plasmado en planos fijos, cortos, en la austeridad del atrezzo y, sobre todo, en cierto reconstitutivo afecto por lo verbal sobre lo icónico.
Un anuncio de la época en que fue estrenada apuntaba la idea de que la película era el Thelma y Louis del bloque del Este. Es falso. No hay nada de eso. La película de Ridley Scott mueve al público a identificarse gloriosamente con las mujeres fugadas, que buscan en su particular escape un asidero emocional a su zarandeada vida. El país en el que viven va bien, razonablemente bien, claro. Hungría no es los Estados Unidos de América.
Tampoco Dulce Emma, querida Bobe es una película, como aquélla, feminista o levemente escorada a un feminismo practicante: es una crónica sentimental de la disgregación de un modo de vida y cómo esa fragmentación acabó por destrozar montones de vidas que no supieron ( o no se esforzaron ) en abrazar la nueva militancia capitalista, moderna, pop.
El mérito de Szabo ( enorme ) es que hace una película de consumo interno que es nítidamente entendida en el exterior: más en Europa que en el Hollywood efervescente y edulcorado que no ve más allá de su propio jardín. Los ribetes occidentalistas del film ( las plazas atestadas de turistas, el pase de mujeres desnudas para una película arabista, el talente liberal y cosmopolita de la tolerante Bobe ) articulan una ventana por la que mirar para entender que la realidad política de los países del Este no es obra del azar, sino que en esa trama complejísima también ejercen su papel valores y conductas del Oeste: de la feria de las vanidades en que hemos convertido, para bien, para mal, este lado de la Historia. Veinte años después ( o casi ) la lectura del film es idéntica que cuando los primeros noventa bostezaban ese despertar de los países del Este a la democracia y al estilo de vida europeo moderno, pero ahora sabemos más y entendemos que el viaje mereció la pena.

14.1.07

FUEGO EN EL CUERPO : Cine negro puro












Lamentablemente, Fuego en el cuerpo no es una película erótica aderezada con una historia de serie negra, como en principió se publicitó en un alarde especulación informativa interesada: es una excelente película de serie negra que se afilia al sexo - y a su aureola clásica de fatalismos y reversos - como motor apostólico de toda la urdimbre narrativa. Que la tragedia arrope el final del metraje no sorprende: agrada, es marca de género, al que no aporta nada nuevo. Kasdan, muy inteligente director y finísimo estilista del mercado publicitario, toma de aquí y de allí los sketches que le apetecen, los tópicos, los lugares comunes del inventario accesible, y filma con desparpajo, con absoluto conocimiento del medio cinematográfico una obra personal, hermosa.Pese a que la Turner nunca fue santa de mi devocionario, aquí seduce, como el conciso y prudente personaje de William Hurt en el papel de abogado en connivencia con el pecado ( la carne de la femme fatal tan querida en el cine negro ) para acabar perpretando el previsible crimen.


Uno recuerda al Jack Nicholson comido de harina en El cartero siempre llama dos veces de Bob Rafelson o al Garfield de la primera versión de Garnett o al hueco Don Johnson de Labios ardientes para encontrar un antecedente, pero es Hurt, a mi modo, quien se lleva esta palma, quizá porque él quien más fiablemente representa el rol de sexo y no cae, como Johnson, como el mismo Nicholson, sálvense las distancias actorales, en esa gratuidad de gestos del primero y en ese divismo estridente y patético del segundo. Muy recientemente me viene Ed Harris, que tiene en Luna de porcelana un papel parecido y cumple, sin más.


En el lado femenino, Jessica Lange, Lana Turner, Virginia Madsen, Madeleine Stowe, Veronica Lake, nombrando mujeres de entonces y de ahora. Kathleen Turner lo tiene infinitamente más fácil que ellas: debe ser por la tolerancia de estos tiempos frívolos en los que el cine no sólo no se cubre sus intimidades ( genitales) sino que las airea: con todo conocimiento de lo que esa exposición va a traer a taquilla. Somos todos buenos voyeurs cuando hace falta. Y eso que Fuego en el cuerpo, como digo, no abusa de lo erótico facilón, sino que prefiere merodear el turbio mundo de los sentimientos, de las trampas de la moral, aportando al género un más que nunca detenido estudio de las compensaciones y de los arrepentimientos del crimen.


Cuando otras películas hermanas arañan superficialmente, sin ahondar, aquí tenemos cine colorista, de ambientación folclórica ( el sur, la noche, el sudor, el tópido derramado como gasolina en una hoguera en la oscuridad ) donde Kasdan, que es zorro viejo en estas lides, une thriller clásico y melodrama criminalista.



UN ABRIL ENCANTADO : Una delicia para los sentidos




El goloso filón victoriano regentado por Ivory en el cine y por la BBC en la televisión depara un subgénero autónomo, untado de las mismas excelencias, adornado por el mismo exquisito mobiliario, embutido en el mismo cliché engolado y cursi, refinado y estricto, de convenciones morales feroces. Un abril encantado no es Regreso a Howard's End o Una habitación con vistas o, mucho menos, la fantástica Los dublineses, pero exhibe parecidos patrones estéticos y formales, y bucea, como las citadas, en el alma más etiquetablemente británica, encorsetada en sus veleidades coloniales y su imperialismo de té a las cinco y mesa camilla musicada por gratos giros sintácticos: los ingleses, cuando hablan, son muy suyos y elevan el adverbio a cotas de histerismo fonético como nadie en el planeta.
Un abril encantado huele a BBC por todos los costados: es un hijo menor, que ha echado vuelo por la sala grande. Nada más arrancar ya sabemos que va a tener un acabado limpio, sobrio, un plantel de actores de primer orden y un guión novelístico regado por unos diálogos ágiles y formidablemente cuidados.
Un abril encantado es también una reflexión sobre el mito del viaje. Mito, por otra parte, inherente a la Inglaterra de finales del siglo XIX y los arranques del XX.
En plena Primera Guerra Mundial, cuatro mujeres, tocadas por diferentes dolencias, necesitadas de parecias terapias, deciden alquilar el Castillo de San Salvatore, en la costa italiana. Huyen de sus maridos, aunque huyen de Inglaterra, que es un esposo más castigador y férreo: escapan del clima y de las formas y del manido escaparate de protocolos y de figuramientos. El Londres pomposo y refinado, cotilla, maledicente, hace que esas damas de alcurnia tomen el paraíso del castillo italiano como baluarte de sus sueños y de sus esperanzas y recompesa final por todo el tiempo (perdido, miserablemente ) en imaginarlo.
En estas estancias viven estas cuatro señoras su abril maravilloso, su primavera encantada, abriéndose, cómo no, al amor, a la salubridad del mar y su efectos milagroso en unos pulmones quemados por la niebla. Los papeles son románticos: búsquese la acepción más estándar y encontraremos el romanticismo que puebla todo el film: en cada pequeño destello. La maldad, empero, no existe. Cada cosa en el sitio en el que debe estar: en el sitio al que propenden. Todo conducente al hallazgo repentino de la felicidad y la conciencia (inmediata) de su pérdida.
No hace falta ser Ivory, que ya va renqueando, para hacer un producto digno en este género tan británico: Newell cumple con creces. La BBC da hijos formidables, curte actores de valía e impregna con su sello escenas, olores, sensaciones que se quedan, indeblemente, en la memoria del espectador, sea o no sea hijo de la pérfida Albion.
Estas pequeñas películas son trampolines a la fama: suaves entretenimientos sin pretensiones trascendentes para un público harto ya quizá de la bizarra maquinaria argumental de E.M. Foster o para un público ajeno, por completo, a ella.

12.1.07

MUJERES EN EL PARQUE : Palabras sin secretos





Todas las emociones son previsibles. Todas las esperanzas. Y los miedos. Las contradicciones alientan un mundo imperfecto, inexacto, cómplice de todas las barbaries y de todas los prodigios que se han ejecutado en su frágil resistencia al giro, pero el mundo sigue girando y la retórica del giro ( de la complicidad en lo bueno y también en lo malo, de ese concepto abstracto de panteísmo integrador ) es útil para dar alguna luz a este sencillo ejercicio de cine muy semántico, forjado en torno a la moralidad de unos personajes necesariamente inestables, varados en la comunicación, hechos a decir y a escuchar, aunque no digan o no escuchen: quizá un signo de estos tiempos. Mujeres en el parque abona esta reflexión.

Felipe Vega y el guionista Manuel Hidalgo ofrecen una película limpia, sincera a más no poder, un universo de parejas que nunca caen en conflictos manidos por la abundante oferta de ese cine de relaciones personales, de parejas a lo Woody Allen, que se entregan y se rechazan, que se hurgan hasta dar con la clave que los redime de su hastío existencial. El cine de Vega ( recordemos la estupenda Nubes de verano ) va a caballo entre lo cotidiano y lo maravilloso y no se da a sus personajes su halo personal: los deja volar, libres; los filma con asepsia enorme, dejándoles triunfar y equivocarse.

El pequeño drama generacional planteado no da una solución a los problemas: los expone sin frivolidad, los acerca a la sensibilidad de quien, pasmado, observa cómo todo se articula bajo la fría capa de la incomunicación, que a veces viene vestida de soberbia o de hipocresía o de debilidad.Está inmensa la actriz Blanca Apilánez.

Lástima que el final, algo ridículo, aleje la impresión última de la pura excelencia. Tampoco colabora cierto desalojo formal en escenas que entendemos clave ( la escena del bar con los clientes que acaban yéndose )...

5.1.07

HARD CANDY : Caramelo ácido








Las películas sobre pederastas no abundan: es un tema de espinoso tratamiento que suele despertar escaso interés entre el público. El mérito de Hard candy reside en revestir un argumento sobre anomalía moral que repugna a quien tiene bien vestida la azotea con trazas de thriller muy logrado a caballo entre la tesis del cine de juicios y el drama freudiano.
Que toda la película descanse sobre dos actores y que apenas salga del salón de una casa hace que todo sea valorado más enfáticamente habida cuenta (también) del carácter amateur ( en el sentido de primerizo ) del director David Slade, que proviene del videoclip y deja su sello clipero en muchos de los planos y en las referencias a iconos del pop a lo mtv ( Goldfrapp ).
El film tiene un rato desagradable: solventarlo requiere un punto de esfuerzo, pero ese plus de valor trae después una recompensa, aunque sea en su resolución, a mi entender, imperfecta, pero aceptable. Era difícil terminar con brío, con éxito, un argumento tan excelentemente llevado.
Cruda en abundancia ( la escena de la destesticulización, dicho burdamente ), se articula en torno a la historia de una hard candy ( en internet se llama así a las niñas que se hacen pasar por mujeres para sostener chats con adultos ), una culta y malévola, que retuerce hasta extremos absolutamente maquiavélicos su particular vendetta contra el fotógrafo treintañero que la busca y con el que queda. Un asesinato de una niña como telón de fondo y una nutritiva dosis de diálogos para esclarecer / oscurecer las razones de la amoralidad de la pedofilia cubren el metraje sin que el amable espectador tenga en ningún momento conciencia de que está asistiendo a un thriller como una catedral, aunque parezca a ratos una película de juicios ( la niña Hayley es el fiscal y el fotógrafo Jeff es el patético acusado ) o una obra de teatro hardcore y vanguardista.
Se deja conducir por vericuetos luego un tanto flacos en credibilidad con la historia de una novia que el fotógrafo tuvo, pero en fin, no es cosa (por supuesto) de destapar la Pandora de este artefacto de entretenimiento macabro que no defraudará a nadie que tenga un meridiano interés por ver por dónde va el nuevo cine intelectual, de autor ( podemos llamarlo así ).

1.1.07

LA LISTA DE SCHINDLER : La sangre y la redención




La experiencia de una generación no es transmisible a ninguna otra: se transmiten los detalles, los símbolos, pero no la Historia no se regenera, íntegra, corregida, para que el futuro aprenda de sus errores y consienta una esperanza.

Pudiera estar reflexión servir como punto de partida para comprender una película como ésta.El cine no es testigo mudo de la Historia: es Historia, inventario de modas y de culturas, de etnias y de religiones.

La Lista de Schindler es una película formidable y es una página de un libro de Historia.El espectador es arrebatado de su ambiguedad: se le conmina a que tome una postura y las imágenes son de una sobriedad tan brutal que no existe escapatoria.Oskar Schindler ( Liam Neeson ) se opone a los nazis contratando a judíos que salvan así su vida. Este viene a ser, muy sucintamente, el argumento de la película, pero hay más. Está el horror de la guerra retratado como pocas veces: con fría objetividad, con grises demoledores, con absoluta asepsia.

Quiere Spielberg no involucrar su ojo en lo que filma: se limita a encuadrar, a mover la cámara por donde la acción lo requiere, pero no se deja contaminar por lo que ojo ve, que es ( insisto ) la estulticia del hombre, el miedo del hombre, la guerra que el hombre interpone entre su felicidad y su destino.Estos tiempos de reconversión de los idearios políticos precisan que una película como La lista de Schindler exista para que la vida triunfe, y esto que acabo de escribir no es una frase de libro de frases rimbonbantes: es la forma más eficiente de expresar el sentimiento que queda en el alma después de que hayamos visto su apasionante trama.

La Lista de Schindler es un canto a la vida desde la ausencia de vida.Un poema de tres y pico con rima canalla en los pares y dolor en los impares.Cuenta Oskar Schindler en una escena de ampuloso tenebrismo al oficio nazi al mando del Campo cómo el poder se reconoce por la benevolencia y la flexibilidad de quien lo ejerce. Le dice que el reo se sabe muerto antes de la ejecución y que reconoce al amo por la posibilidad que éste tiene de resucitarlo o de aplazar su muerte. Sobre esta concepción de la autoridad, en tiempos de guerra, Spielberg levanta un monumento de ternura y de llanto con un blanco y negro ( soslayado únicamente en la llama del principio y del final del film ) exquisito, preciso, hermoso hasta la ausencia de palabras que puedan expresarlo.El muy genuino sistema de vida americano, tan amigo de virar a un lado o a otro de la prudencia y de la justicia, comete de cuando en cuando el pecadillo de consentir películas como ésta: faro de luz que debe alumbrar la ceguera del hombre, rezaba en una publicidad de la época de su estreno.

Ben Kingsley y Liam Neeson, aun protagonistas, no llevan el peso del film, a pesar también de que su capacidad dramática esté a la altura de las muy graves circunstancias que representan.Aquí no hay actores: el personaje borra al actor.Spielberg aparcó sus mitos de infancia ( el extraterrestre, el héroe con látigo, Peter Pan, los dinosaurios ) y saldó una cuenta con la Historia.Su reciente Munich no puede contemplarse desde todas esta perspectiva, si bien guarda innegables similitudes con La Lista de Schindler.

Curiosidades al hilo de la película:

1.- Una costumbre judía es ir depositar una piedra en la tumba de un ser querido en señal de agradecimiento eterno. Al final de la película, se ve como una comitiva de judíos va dejando piedras en la tumba de Schindler. Son los judíos que en la vida real fueron salvados por el propio Schindler

2.- Steven Spielberg no pudo conseguir el permiso para firmar dentro de Auschwitz, así que las escenas del campo de exterminio fueron realmente rodadas en un escenario que pretendía ser una copia exacta de aquél.

3.- El guión de la película pasó por manos de Martin Scorsese, que se echó atrás por mor de su ascendencia judía y por no saber si acometería la empresa con la suficiente objetividad.

4.- Tom Hanks y Kevin Costner también aspiraban a ser Oskar Schindler, pero Spielberg permitió al más novato y menos conocido Liam Neeson hacer el papel de su vida.No tenemos aquí la mejor película de nazis o la mejor película sobre el Holocausto: es una de las mejores películas de los últimos años y, sin duda, la mejor ( en mi opinión ) de Steven Spielberg.Y la banda sonora más adaptada ( junto con la de El piano de Michael Nyman ) al objeto que orquesta. John Williams es, no hay duda, un maestro.

El corazón y el pulmón

   No saber qué hacer cuando no se escribe, no tener paliativo, no aducir cansancio, ni siquiera colar la idea de que la musa se ha fugado o...