27.2.12

Son los muertos los que hablan



Yo no soy el muerto ni uno de los polis que observan el cadáver. Yo soy uno de los que están arriba, en el puente, contemplando uno de esos episodios que amenizan las mañanas de niebla en la ciudad. Soy el que mira porque he visto esta escena muchas veces a lo largo de mi vida. Sé lo que pasó antes y casi tengo la certeza de que sé lo que va a pasar a después. Suele costar más trabajo terminar la trama que abrirla. Alguna vez he comprobado lo fácil que es inventar una historia y el pánico que te entra cuando necesitas cerrarla, pero lo que amo del cine negro, del que se desprende de esta fotografía canónica, es la épica que atesoran esas tramas y no cómo concluyen. Se aferra uno al solemne espectáculo de la fatalidad ajena durante un par de horas. Ve muertos desde una distancia a la que no alcanza el hedor ni en donde es posible otro vínculo que no sea el meramente narrativo, el de alimentar la ancestral adicción a que nos informen de lo que pasa afuera y a veces incluso, en grados muy extremos de enganche, a que nos cuenten qué sucede dentro de nosotros mismos. Porque las imágenes, en el buen cine, en la buena literatura, ya estaban dentro y el autor lo único que hace es liberarlas. Los muertos les hablan a los vivos. Les muestran el camino. A lo que se va a enfrentar antes de dejar de enfrentarse a todo. La literatura, toda entera, es un hermoso acto fúnebre. Posee su pedagogía y alcanza cimas de hondura moral y de desparpajo estético absolutamente imprescindibles. Lo que fascina de esta fotografía, de la que no poseo referencia alguna, es lo familiar que nos resulta. Como si estuviésemos arriba, en el puente, mirando, buscando una señal que nos abra la primera de línea del texto de la historia que estamos deseando que nos cuenten. La del muerto.

25.2.12

Un refugio
















Uno vive de estas cosas. De Kaplan en el monte Rushmore. Del maizal con el avión persiguiéndole. De la música de Bernard Hermann en los créditos canónicos. El cine es un refugio, ¿verdad, Rafa?

El crepúsculo de todos los dioses




Del cine se extrae la romántica idea de que se puede morir por amor y hasta matar por amor. Luego la realidad malogra el romanticismo, cancela su proyecto de vida.. Pero se deja uno llevar por el más fascinante de los vértigos: la ficción. Aceptamos crímenes terribles, nos aferramos a la legitimidad de que podamos ser engañados, conducidos a un territorio peligroso, pero del que podemos escapar siempre que lo deseemos. Agracedemos que nos manipulen. Que haya quien se arrogue ese rol perverso y se obstine en formular las ficciones en las que no sentimos (en ocasiones) más vivos que en la propia realidad.

Sigue leyendo en La estanquera de Amarcord

23.2.12

La peste




Paradójicamente, mucho de lo que sé de los dictadores proviene de los gags que los cómicos inventan para ridiculizarlos. Se convence uno de que la vía más inteligente para no encabronarse en demasía sale del humor. En ocasiones no se precisa el concurso de un humorista sino que es el propio dictador el que provoca que se tome todo lo que sale de su persona a chota, pero los muertos alfombran las avenidas y al pueblo lo diezma su tiranía. En esa balanza el humor sale siempre perdiendo. Las demás cosas que sé de los dictadores las adquiero involuntariamente. No existe un deseo de alcanzar un conocimiento. No busca uno en el google el ránking de países en donde se vulnera con más ahínco la carta de los derechos humanos. No entra en mi planes de ocio leer biografías desejemplarizantes o sentarme frente a la pantalla y ver un biopic sobre un tirano bananero o un reyezuelo del trópico.  Sigue leyendo en Barra Libre...

13.2.12

Uno de los míos



No creo que haya otro director vivo que merezca ocupar la luna de Méliès, que es como la luna del cine. Hay algunos que merecerían ese honor selenita, pero yo me quedo con Martin. Contando con que ha hecho cosas infumables, indignas del genio que tiene dentro, todavía me quedo con sus gafas de pasta y con sus cejas superlativas, con ese amor al cine que se entrevé incluso sin que uno sepa mucho de cine ni esté al tanto de las cosas con las que los cinéfilos pata negra evalúan los méritos de los directores o la valía de una película. Yo he sido feliz más horas con Scorsese que con mucha gente a la que veo a diario y con la que comparto una parte considerable de mi vida. Malas calles. Taxi driver. El último vals. Uno de los nuestros. Toro salvaje. El cabo del miedo. Casino. La edad de la inocencia. Infiltrados. Shutter Island. Luego está el Scorsese enamorado de los Rolling Stones, del blues y de la mente pura de un niño cuando se sienta en una butaca y permite que los adultos le cuenten una historia. No he visto La invención de Hugo. Tampoco Kundun. A todo lo demás le he dado cuerda como el niño que sabe los placeres que produce ver cómo se mueve el muñeco. Al final se detiene, pero hay magia en su desplazamiento, en el ruido que produce su avance un poco torpe, pero firme. Casi como suceden las películas y el ruido que hace el cinematógrafo cuando el proyectista acciona la palanca de arranque. Cosas que dejarán de suceder pronto. Nos invadirá la tecnología y suprimirán los modos de antaño. No soy de los que echarán en falta ese tipo de rituales. Soy de los que se limitan a dejarse invadir por los fotogramas. 24 por segundo. Scorsese, en ese negocio, está ahí arriba, en la luna de Méliès, con sus gafas de pasta y sus cejas como de cuento con ogro y final previsiblemente feliz. Pero todos sabemos que los finales felices tienen también un lado perverso. Scorsese, ahí donde lo ven, es un pájaro con mucha mala leche. Del tipo que usaba Hitchcock. Un católico con la retranca moralista de Chesterton. Un tipo viciado por la salsa italiana, su amor por las mujeres (cinco esposas, lo cual lo deja explica algunas cosas) y su vehemencia a la hora de defender el cine casi por encima de todas las hordas que lo atropellan y manipulan. Y no se confundan si graba un spot para un cava (Freixenet) o un videoclip para Michael Jakson (Bad). Lo de Hugo va en 3D. Yo no fusiono bien (dice mi optometrista de cabecera) pero igual me dejo llevar y me engancho las gafas. Por Marty. Es uno de los míos.

12.2.12

Arde Atenas, se hiela España




En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.


JAIME GIL DE BIEDMA


Y piensa uno si de verdad han cambiado los tiempos o son los mismos. El domingo de la muerte de Whitney Houston fue también el de Atenas ardiendo, el de los ERES express, el de los sindicatos movilizándose, el del Madrid ganando media liga y el domingo en el que España confirma que el invierno, en efecto, será duro. Que se adelantarán las lluvias y que el Gobierno, metido en faena, pondrá al país en el sitio que merece en Europa. Eso dicen. En eso andan. Igual les viene bien un poco de poesía. Don Jaime, recíteles unos versos.


 NOCHE TRISTE DE OCTUBRE, 1959

A Juan Marsé

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.

Adelantaron
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.

En la noche de octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.

Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,
mientras que afuera llueve.

Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras Letras protestadas.




10.2.12

El frío es una república de lobos



1 The Tolstoi Experience
En la literatura rusa de los trenes que descarrilan en el invierno y las penurias de los escritores jóvenes a los que hieren el amor y los naipes es en donde hace frío de verdad. Uno coge al azar uno de esos libros maravillosos, tachonados de las ricas peripecias que sufre el alma, y se le hielan las manos. Con solo leer el título se aprecia el frío escalando la espalda como una lagartija salvaje.

Sigue leyendo en Barra Libre...

Pintar las ideas, soñar el humo

  Soñé anoche con la cabeza calva de Foucault elevándose entre las otras cabezas en una muchedumbre a las puertas de una especie de estadio ...