Viuda Negra desdeña a sus congéneres salvo que tenga hambre y no tenga otro manjar a mano. Es aparearse y darse el capricho de zampárselos, de ahí que su condición natural sea la de viuda y la de sus fortuitos y sacrificados amantes contribuir hedonistamente a perpetuar la especie, asunto que tampoco le preocupa, puesto que Viuda Negra, una vez deposita los huevos sobrevenidos tras el caníbal fornicio, sigue a lo suyo, en su ascético mundo de cópulas, de partos y de gastronomía. Por lo demás, es criatura de enorme y exótica belleza, pero eso le trae a ella al fresco, porque su único aliciente en esta vida es el ayuntamiento carnal y la anuencia del maromo de turno a dejarse engullir (son treinta veces más pequeños, conste) por su intimidante compañera galante. Veneno que tú me dieras, muerte quisiera yo.
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