El mar
El mar es entusiasmo azul y las playas son su piel antigua y su cuenta de asombros. También la aristocracia del pobre, la concreción sencilla de su anhelo de esplendor. Apostarse frente a él y escudriñar su inagotable afán de infinito es comprender la fragilidad y la belleza del mundo. Se tiene del mar la propiedad de lo fugaz y de lo divino. Es una catedral sin la arboladura de los mástiles, un cielo invertido, un libro que nos lee. Hay días en que su añoranza es insoportable. Días de seco llanto o de hondo y terco sueño. Un espejo para quien se deja mirar y luego no indaga la materia de lo reflejado. Un cuaderno de apuntes de lejanías. Un alivio para cuando el aire pesa como un mal fardo de esperanzas.
Ilustración / José Manuel Benítez Ariza
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