13.5.22

133/365 Humpty Dumpty




Humpty Dumpty sat on a wall,
Humpty Dumpty had a great fall.
All the king's horses and all the king's men
Couldn't put Humpty together again.

Lo mejor es que Humpty Dumpty no sea un huevo antropomórfico ni que, una vez caído del muro no pudieran recomponerlo ni todos los caballos ni todos los hombres del rey. Sólo una vez, que recuerde, he escuchado la canción infantil inglesa en una conversación, aunque la haya visto impresa en un libro muchas veces. Se nombró al huevo de imposible recomposición cuando alguien dijo de sí mismo que jamás volvería a tener los favores de quien amaba, expresado con esa delicadeza. Me siento como Humpty Dumpty, creo que dijo. A mí me vino otra idea del huevo de la canción y de la obra de Carroll, no la convenida, la de caerse y no tener quién lo rearme y haga andar de nuevo, cosa de ser huevo. La charla entre Alicia y el redicho Humpty Dumpty que recordé sucede en el capítulo VI de A través del espejo, continuación de Alicia en el país de las maravillas. Tiene que ver con las palabras, la argamasa que lo ensambla todo, si se me permite. El huevo le dice a Alicia que habla a su entera conveniencia y que las palabras que use serán justamente las que decida usar, sin que haya que fijarlas a un sentido o sin que tengan que significar exactamente lo mismo en quien habla, el que detenta la autoridad, y el que escucha, el que la acata. Una vez que a una palabra se le ha desasignado una de sus acepciones y otorgado antojadizamente otra que cuadre a quien la dice, la palabra cobra una nueva dimensión. Quien manda es el que decide. "Cuando uso una palabra", dice Humpty Dumpty desdeñosamente, "quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos". A lo que Alicia replica con asombro y humildad: "La cuestión es si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes". "La cuestión", zanja el huevo, "es saber quién manda... eso es todo". El argumento puede extrapolarse a capricho del lector. No sabe Alicia qué significa la palabra gloria. "Aquí tienes una", le dice Humpty Dumpty. "No sé qué quiere decir una gloria". No lo sabrá hasta que él se lo diga. Y, claro, lo hace: "He querido decir 'Aquí tienes un argumento bien apabullante'". Yo hoy he imaginado que viernes significa "el día en que puede pensar que la luz tiene un comportamiento errático y completamente lúdico" o "parte final del sueño en el que todo está diáfano y cada imagen tiene el vigor de la siguiente y de la anterior hasta que la vigilia corrompe la claridad de la trama". Humpty Dumpty es el transgresor antológico. Hace que todo lo que puede ser dicho y comprendido caiga como un castillo de naipes. No hay libertad en el lenguaje, continúo yo. Estamos ligados a un código que necesariamente coarta y envenena. Qué libertad la del huevo y qué buena alumna Alicia. Mañana diré alguna palabra que haga que se rompa la unidad del sentido. Veré el efecto que causa. Seré Humpty Dumpty en algún maravilloso momento. Luego volveré a las matemáticas. El lenguaje es una ecuación a la que no le falta ningún término, pero permite que se la desquicie, disfruta cuando hacemos alguna granujada y nos creemos los dueños, los que mandan, si es que alguien no nos empuja, caemos del muro y vemos (horrorizados, entre espasmos) que nadie nos va a socorrer. 

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