Gotham es el infierno y tiene sus inquilinos predilectos. Arthur Fleck es uno de ellos. Pasaría por un payaso sin más si no fuese por cierta incontinencia suya resuelta en risas estridentes, incontrolables. Esa virtud parece connatural a su oficio, pero en Fleck es un estallido de cólera, en un arrebato de pura rabia. Perturbado, precisado de afectos, incapaz de procurarle a su madre una vida digna, el payaso malvive como puede. Todavía no ha aflorado el superhombre, esa especie de mesías del desencanto popular, el villano al que llamaremos, en adelante, Joker. Lo reconoceremos por su cara pintada, su traje de colores excéntricos, su sonrisa estirada en una mueca cómica y terrorífica al tiempo y el pelo verde. Es el archienemigo de Batman, la plasmación del mal. A lo que Joker no se rinde a que esa dualidad (héroe-villano) se escenifique con la pirotecnia clásica, la de DC Comics, en este caso, convertida en algo más que producto palomitero por Christopher Nolan con sus entregas del Caballero Oscuro. La película de Phillips es una especie de hallazgo arqueológico, previo a la deflagración de todos los símbolos y a la sublimación de las esencias del género. No hay en el inicio nada de lo que hemos visto en cintas anteriores, las canónicas del Joker (Jared Leto, el menos estimulante; Jack Nicholson pasado por los estragos pictóricos de Tim Burton, payaso antológico, y, en última instancia, en la cima de la representación, el grandísimo Heath Ledger, póstumo, inabarcable). El cuerpo narrativo de la película indaga en lo que ha sido censurado hasta el momento: en las razones del monstruo, en su conversión lenta, en su metamorfosis. La presencia del héroe se adelgaza, casi no precisa que se le dé cabida: es una indagación en la naturaleza de su reverso, del antagonista del que se vale para hacer crecer su convicción de mito. El anodino hombre encuentra a la criatura rota que lleva dentro: la comprende, la hace salir, deja que se sienta cómoda. Entonces desaparece el desprecio que ha sufrido. Ya no importa que se le ignore o ningunee. La mutación impone al fuerte; el débil se escabulle, no cuenta. El nuevo Arthur Fleck es un hombre seguro de sí mismo, enfermo como nunca, roto como nunca, pero investido con la gracia de cierta superioridad moral que le hace ignorar las consecuencias de sus actos, conferirles la condición suprema de una ficción, la rendición de las tortuosas reflexiones de una máscara.
La construcción de un villano es el verdadero asidero de cualquier historia sobre buenos y malos. Si decae su interés es por el desinterés en el perfil que se le imponga. La misma religión se levanta sobre esa máxima ineluctable: el mal debe contener al bien, es el mal de donde procede la supervivencia de las civilizaciones y el progreso del hombre. La Biblia es un libro ilustrativo: ahí se forjan leyendas, se escriben a fuego máximas morales que luego conducen al pueblo hacia su salvación o hacia su condena. El Joker no es un líder nato: fue un advenedizo, un enfermo diagnosticado, un perturbado, un individuo de proceder singular al que la sociedad apartó con saña, con crueldad pensada y con posterior indiferencia y al que más tarde elevó a héroe. La grey endiosa a dementes y aplasta a cuerdos. El pueblo prefiere que lo engañe un predicador antes de que lo arruine un político. Gotham es la ciudad de los desprotegidos y de los violentos. El Joker es lo uno y lo otro: muta a valedor de todos los parias, en su mesianismo cabe cualquier desviación, caben todas las roturas de todas las almas. El circo tiene su maestro de ceremonias: la máscara que porta es la nuestra, corea el público en trance, Todo es ritual y transfiguración, todo responde a un anhelo oscuro, todo es ficción en quien no transige con la cartesiana vocación de mecano de lo real. Joker es un Travis Bickle democrático, alejado del aire infantil de otros malvados de su rango. Smile, la canción cuya melodía compuso Charles Chaplin, conletra de Turner y Parsons, nos cuenta lo que bulle en el interior del pobre Joker: "Sonríe, aunque te duela el corazón; sonríe, aunque se te esté rompiendo. Cuando haya nubes en el cielo lo superarás. Si sonríes a través de tu miedo y tu tirsteza, sonríe, y tal vez mañana verás que sol brilla para ti.".
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