"Cuando el niño era niño andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño no sabía que era niño,
para él todo estaba animado
y todas las almas eran una"
Cuando un niño era un niño, Peter Handke
No necesito tener un hijo ni plantar un árbol, pero sería tan lindo volver a casa cansado y alimentar al gato. Tener fiebre y sentir el peso del cuerpo. Mentir… Mentir sin vergüenza.
Damiel a Cassiel
I
El cielo sobre Berlín es lento, es un cielo sin argumento, gris. Sus destellos de belleza se difuminan. Todo es ocre. Huele a escombro.
II
El cielo sobre Berlín lo habitan los ángeles, que son emanaciones de la bondad. Custodian la ciudad y viven para siempre. El mundo celestial es monocromo; el terrenal se cubre de color.
III
A los ángeles, Damiel y Cassiel, los ven los niños y los hombres con un corazón puro. Ninguno es visible: es la condición del ángel, que es un fantasma y tiene su invisible consistencia de sombra.
IV
Visten gabardinas y bufandas, detentan alas, escuchan el dolor de quienes recorren las calles, su complacencia o su hastío. Se preguntan cómo será ocupar un puesto en la mesa y jugar a cartas. Porque únicamente aparentan: no comen cuando el pollo asado está en el mantel sobre la tierra en un picnic o cuando se apostan en la barra de un bar y apuran un café, que no es un café, ni es un bar, sino escenarios interpuestos, cosas que se desvanecen nada más pensar en ellas. Anhelan los ángeles emocionarse de verdad, con el cuerpo y con sus músculos, con el hambre y con la sed, no atender a las exigencias del espíritu, que está cansado y necesita un retiro, un abandonarse.
V
Entra Marion. Ella es un ángel, pero no lo sabe, todavía no ha sido investida con los atributos de las alturas, aunque se crea paloma o gaviota cuando hace su oficio de trapecista en un circo que ha llegado a la ciudad. Es una criatura rota. Como tantas. Planea recomponerse, pero no da con la pirueta precisa, con el salto definitivo, el que la extraiga del aire turbio y la pose sobre una nube blanca. Como un pensamiento de pronto hecho cuerpo. Cada ciudadano de Berlín tiene los suyos. Como muros que no es posible franquear.
VI
El ángel es un poeta. Cita al pan y al vino, al rocío y a las primeras gotas de lluvia. Piensa en los colores de las piedras, en el ruido que hace el viento cuando mueve una sábana en un tendedero. ¿Cómo será ir en bicicleta sin manos? Un poeta que está muerto no siente el frío en las manos, no pueden frotárselas, ni coger un lápiz y hacer un dibujo (trazos gruesos, trazos finos), ni sentir el calor de una taza de café. Así que el ángel se desdice, no se sostiene en su cabeza invisible el peso de esa bondad absoluta que le ha hecho confortar al apenado y acompañar al solitario. Va a abrazar a todos, todos le van a abrazar. Cruzará la línea. Elegirá estar vivo de nuevo. Sus pasos dejarán huellas en la tierra. Todo es de color, dirá. Se entusiasmará con el azul, con el amarillo, con el rojo. Comprenderá que esa efusión cromática es la demostración más tangible de que la vida ha regresado y de que él es una parte suya. Habrá renunciado a la eternidad. Verá con ojos de hombre y lo verán. Tendrá altura, rostro, gestos, calor, frío: será uno más, no le importará que la carne se corrompa, ni que la luz le ciegue cuando irrumpa con ímpetu.
VII
La historia de las ciudades es la de quienes las ocupan. Cuando pierden su infancia, la ciudad se desmorona. Berlín, una de las dos ciudades que se llaman Berlín, es un paraíso roto. Todas las ciudades lo son. Los jóvenes no saben qué sucedió: si un día todo resplandecía y los edificios eran luminosos, si cantaban los pájaros en los árboles. Luego todo fue una extensión de la tristeza o de la bruma.
VIII
El ángel ya no es una criatura alada. Ahora ama, desea, se duele, ríe, se apena, se siente solo. Sangra. Lleva la mano a la boca.
IX
Nick Cave y Sus Semillas Negras cantan en un local oscuro la historia de alguien que camina descalza por el suelo de madera del piso por encima del suyo. Los dos lloran. Lágrimas dulces y calientes se cuelan por las grietas. Le caen en la cara. Las recoge en su boca. Las lame con su lengua triste. Llora y camina. La desea como nunca ha deseado a nadie. El amor es una herida que roe como una arpía. Las palabras son fuego. Tienen luz. Dejan ceniza. El ángel que ya no es un ángel y no tiene puentes en donde confortar al desvalido o animar a que el suicida se embelese con el vuelo de un pájaro y desista. Ahora es un hombre.
X
Ella ya no es un ángel, pero no lo sabe. Él sabe ahora lo que ningún ángel sabe. Es el amor.
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