La luz nos hace descender a las sombras. Ella traza la travesía, ella aparta las que surjan basta que la última irrumpe y se despeja la ecuación que somos. No ser nadie entonces y ser todos. La literatura de la muerte tiene algunas metáforas impecables. Nos incumben todas. Hasta las que jamás pensamos que pudieran. Se va hacia allí con el apero del que cada uno se aprovisiona. Ese acopio es privado y, al tiempo, es común y nos iguala invariablemente. Llegamos desnudos y nos vamos desnudos, pero habrá con qué vestir la partida. Mochuelo desoye la triste admonición del pobre Sócrates. Habla por ti, le dice. Tú sabrás quién eres. Cuando el camino concluye es la luz la que nos hará transitable la sombra, la mucha o la poca que alberguemos nos cogerá de la mano y nos llevará hacia donde nada sabemos.
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