15.1.24
Dibucedario socrático 2024 / M de Memoria
Aprender a morir es el propósito de la filosofía. Mientras se nos deja vivir se es eterno, no hay nada en la comisión del tiempo que nos alerte de que acabará desocupándose de nosotros, forzándonos a desaparecer. No habiéndonos importado el infinito pasado no deberíamos preocuparnos del infinito futuro. Nos iremos y no volveremos más, como se escucha en algunas canciones. Cuando definitivamente partamos se interrumpirán el comercio de las palabras y el de los afectos. También cesarán los quebrantos. Pero no se muere uno del todo. No porque al alma la fe de la que cada uno disponga le provea de una vida tras ésta, sino por la memoria que legamos a quienes nos trataron, por el recuerdo que perdure, que no serán en lágrimas en la lluvia, como el replicante de Blade Runner rubricó también imperecederamente, ni polvo que el viento esparza en su acostumbrada y veleidosa danza. Mochuelo se lo cuenta al pobre Sócrates, pero no lo hace con el entusiasmo de quien desea consolar al que de pronto se siente zarandeado por la metafísica, comido por las incertidumbres de la existencia. Dice maliciosamente que teme que perduren en su memoria. Platón fue la memoria de Sócrates. Más de dos milenios después, somos nosotros los que trasegamos con las mismas dudas. Hasta lo nombramos para encontrar un asidero al que aferrarnos cuando nos castiga la intemperie de la vida.
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