Se está desabrido a veces por mera concurrencia del azar. No concurre mayor penalidad que la de ser perturbado. La desazón en el alma es conveniente sin discusión. Una vez que se ha entrado en ese desquicio de la armonía, cuando irrumpe la aspereza y todo el aire torna tosco viento, se encuentran placeres que la templanza y la bonhomía no procuran. Se prefiere, en todo caso, saber cómo trasegar con las circunstancias cuando importunan y nos abaten. Tener entonces fe en la reluctancia, en ese dejarse llevar que se apropia del cuerpo y convence al espíritu de que ya no vale la pena ir más lejos, de que ya hemos viajado lo suficiente, visto lo que debía ser visto, amado hasta sentir cómo reventaba el corazón y enloquecía la sangre. Convenir una rutina de la que no apartarse nunca, esmerarse en ella, ser emperador de los movimientos armónicos simples, tumbarse a la caída de la tarde en los bancos de los parques y contar nubes lenticulares o pájaros negros o aviones que cruzan y dejan solo un trazo que vibra en el azul como un soplo divino, pero tras el receso, tener fe en el vaivén, en el oscilar feliz del espíritu, en el regreso, en la bendita comparecencia de lo que no es desabrido, ni perturba, ni desazona, ni desquicia, ni hace que el aire torne viento tosco, sino dulce danza invisible.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Creer
Fotografía / Inge Schuster De quien nada sabe se puede esperar el milagro de la clarividencia absoluta. El que ve un color puro y cree habe...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hace algunos años o algunos cursos (los maestros confundimos esas dos medidas del tiempo), escribí este cuento para los alumnos de sexto d...
-
Tinto Brass , en cierto modo, es un viejo verde con una cámara: uno del tipo que cambia los Anales de Tácito o las Obras Completas de Giaco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario