No sabemos qué va a ocurrir y es mejor que no sepamos. Qué importará el infinito futuro si hemos perdido el infinito pasado, sentenció Borges. Tan sólo tendremos una brizna de intimidad. Una especie de eco sentimental. Un creer que algo de lo que fuimos perdura no ya en uno mismo, sino en algunos que, sin que se les invite, acuden y hacen, por delegación, suya esa memoria.
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