17.6.22

Breviario de vidas excéntricas/22/ Ildefonso Gracián

 

Con tal de perderse uno, vale todo. Ildefonso  Gracián se había perdido de pequeño, pero dieron con él en un parque espantando palomas. Siendo mocetón, se perdió en unas malas amistades, pero le pilló una pareja de la Guardia Civil en un tris de desnucar un gato con un casco de cerveza mientras, ebrios, los compadres de parranda le jaleaban. Luego le sacas los ojos con las llaves de la moto, tío. Hombre adulto ya, responsable y obrero, cabeza de familia, con letras, feligrés los domingos y afiliado a un sindicato, se perdió en una hipoteca, pero su suegra lo agarró justo antes de despeñarse por una mensualidad. Hace pocos días se extravió en uno de esos clubs de alterne donde la microbiología se aliña con ginebra de garrafón y la ropa huele más tarde a semen seco y a nicotina. Dio con él un cuñado crápula empeñado en encontrar por todos los puticlubs de España la fulana del Senegal que le enseñó todos los secretos de la carne cuando todavía no tenía ni barba. Toda la vida así: perdido, encontrado. Espantando palomas, desnucando gatos, despeñándose en recibos de banco, enamoriscándose en locales de comarcal con cara de haber roto todos los platos del mundo. Ahora anda por Sao Paulo o por Estocolmo, no se tiene idea certera. Se ha prometido no volver a perderse para que nadie tenga que encontrarlo

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