5.6.22

Breviario de vidas excéntricas/ 17/ Manolito Rocabruno


Al loro que compré en Estambul le gustaban las literaturas germánicas medievales. Ponía unos ojos de loro entusiasmado cuando le recitaba en voz alta las gestas de Beowulf o los funerales de Héctor, el domador de caballos. Contrariamente a lo que se puede esperar de un loro, el mío no repetía con la gracia previsible las frases que yo decía. Su única evidencia de una inteligencia superior a la de otras criaturas era la de abrir los ojos como los abría. Se diría que estaba allí mismo, en la batalla, blandiendo la espada, empapado de sangre enemiga. Si un día me daba por cambiar de tercio y leer otro género en voz alta, como suelo hacer, qué sé yo, poesía romántica o cuentos policiales, mi loro expresaba su disconformidad y emitía unos ruidos tan poco soportables que tenía que mudarme a otra habitación a continuar la lectura. Qué placer oírle repetir versos de Keats en su esforzado inglés, líneas de Proust en un más que decente francés. Era el mío un loro de costumbres poco refinadas, en todo lo demás . Bastaba observar cómo se agitaba en cuanto el episodio narraba una cruenta batalla a la vera de un río o el ajusticiamiento de algún reyezuelo caído en desgracia. Esta mañana mi loro ha muerto. Estaba en el fondo de la jaula. Tenía un sencillo corte en el cuello. Temo que se ha suicidado. No me cabe otra explicación. Debió tener una pesadilla, me ha dicho mi madre, que es la que lo cuidaba. Era muy impresionable. Manolito, eres bueno hasta las trancas, añadió. Te das con entera ocupación a todos menos a tu madre. Los Rocabruno somos así, tercié. Papá prefería jugar con su hámster que conmigo. A ti te reemplazaba con esas amigas escotadas que traías en las tardes de verano a jugar al bridge en el jardín. Una vez lo vi con la cara enterrada entre las piernas de tu querida Úrsula. Juro que no se me ha ido de la cabeza esa inclinación bastarda de su cabeza ni esos gemidos quebrados en el aire del sótano. Nunca he vuelto a bajar, como sabes. Mi amor por los loros carece de escenas molestas.

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