El cautivo Salustiano Benjumea indaga con un dedo la luz mortecina que la tarde abandona por el ventanuco de su celda. Un foco pautado de finísimo polvo nervioso alumbra brevemente el traje uniformado, la manga de mugre, la mano alzada, el dedo en escorzo, indagando. El ventanuco es un milagro por el que la vida rinde su belleza. El dedo se ha hecho a moverse por la luz. El cautivo se ha hecho a mover con avara codicia el dedo. El caudal de oro del aire es asombro en sus ojos precursores. El dedo, al batir el polvo, se deja invadir por su eco. El cautivo Salustiano Benjumea nota el cosquilleo piel adentro. En los días de más gris apresto, cuando el ventanuco no invita a que se enseñoree luz alguna, el dedo se resiente, le duele, parece que pugna por escapar de su prisión de carne y mutar en ala.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Dietario 26 / Las palabras
H ay que elegir bien las palabras, acomodarlas, conferirles el aura de afección suficiente para que impregnen otras que les vengan cercanas ...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hay cosas que están lejos y a las que uno renuncia. Tengo amigos que veré muy pocas veces o ninguna. Tengo paisajes en la memoria que no v...
No hay comentarios:
Publicar un comentario