Canto de luz
El tacto novicio que turba el silencio
estalla más tarde en precoces jadeos.
Es aviso muy breve de purgatorios dulcísimos
donde el alma festeja un incendio de pétalos.
Es mástil que puja, es espuma que cede.
Las olas no tienen pudor y nos lamen.
La carne tutea a la muerte y la burla.
La carne no acata las horas y las hiere.
Delicado himno su trazo, lagartija nerviosa.
Estremece tu solo nombre la lengua festiva
en la que confía mi amor la verdad del deseo.
De lujuria está el veneno conjurado.
Turbio anhelo de pájaro osado que apura
su residencia en la misma tierra.
Inflamado pulso de sangre loca, ebria
seda en ls comisura del alma así izada.
Vendrá el cansancio con sus perros tristes.
El sol anunciará la clausura de las sombras.
Un devocionario de fuego, un misal de caricias
en la piel impura, recién comprometida,
como una noche inacabada en la que ansias
la venida del salvador de los cielos.
Él nos absolverá de los delitos más altos.
Muriéranos así en esa catedral sin techumbre.
No sabremos discernir ni las palabras
sabrán contar la sublime ocupación del amor
cuando nos agasaja en una prisión eterna.
Beberé de tu oscura mejilla.
Beberás de mi fuente sin tiento.
Es abismo esa sed, locura su cetro.
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