En noches como ésta una hemorragia cándida y dulce vacía mi cuerpo. Desaloja primero la voz, luego me arrastra al hueco del sueño. Ahí hago sutiles navegaciones elementales, cubro distancias de azúcar, paisajes de plástico, extensiones que a mi paso se ondulan y arquean, se pierden en un punto y súbitamente aparecen luego en otro, turgentes, plenas, respirando con un pulmón de dios el aire sublime de toda esta pereza increíble o de esta soledad ahora ya pura. O quizá sea el cansancio y el whisky y la luz delicada del flexo en los cubitos. Está la lengua flambeada de vértigo y yo, Charlie Parker, estoy detrás, soplando como un condenado mientras afuera la noche mira extasiada y se ofrece lasciva. Estoy tocando ayer. De mañana no se sabe nada.
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