21.2.24

La memoria de mi padre


 La memoria de un hijo la preserva un padre. En mi caso, la que ahora ha aparecido todos esos años después en un caja grande dentro de un armario de nueve cuerpos, no se habría impuesto a la realidad y pedido que se la exhiba, si él no se hubiera desvivido por guardar todo lo que de mí, tan joven, aparecía en prensa. Estaba orgulloso de su hijo escritor. Era juntamente el amor paternal y él libresco. Fueron años de descubrimiento, también lo son ahora. Escribí el poema en un bar, recuerdo. Se me daba bien improvisar lugares para leer o para escribir, costumbre que he ido caprichosamente puliendo. Leído hoy el poema, advierto que mis veintiún años eran de una precocidad temeraria. Mi osadía era ciega. Tal vez siga siéndolo. La fotografía es la evidencia de que tuve pelo para como para ocupar uno de esos murales de Diego Rivera. Ahora la cabeza da para una pequeña evidencia filatélica. La caja tiene más muestras de aquella incipientes literaria. Ahora guardo esos recortes en mi casa. A él le habría gustado leer este texto. Hubo una época en que no se le pasaba ni uno solo de los escritos que publicaba en mi blog. A veces me decía que alguno le había gustado mucho. A veces que le explicara de qué iban. Lo echo de menos. 

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