Soñar es escribir un texto que nadie lee. Ni siquiera quien lo crea. Sobrevive una brizna de su trama, un dibujo borroso de los protagonistas. La literatura tangible, la de las palabras que contribuyen a la rendición de un libro, es de naturaleza onírica, a poco que se piense. El hecho extraordinario de escribir un cuento se asemeja al hecho extraordinario de tener un ensueño. Se entreteje con materiales evanescentes, se tiene conciencia suya por procedimientos arcanos, fluye a su antojadizo capricho una vez que se ha impuesto a la realidad. El soñador araña la tela por ver si da con la carne, pero encuentra otra tela y la carne, conforme hurga en ella, cae o se difumina. No sabemos qué maña los extrae de la oscuridad en donde residen. La creación literaria es un sueño dirigido. Qué habrá ahí adentro, qué se nos escapa al escribir o al soñar. Mochuelo se cree meditando, dueño del timón de su cabeza. El pobre Sócrates queda huérfano en su plan para hacer un bosquejo del hombre: sabe que los sueños no nos pertenecen. Pasamos un tercio de nuestra vida fuera de ella.
10.2.24
Dibucedario socrático 2024 / S de Soñar
Soñar es escribir un texto que nadie lee. Ni siquiera quien lo crea. Sobrevive una brizna de su trama, un dibujo borroso de los protagonistas. La literatura tangible, la de las palabras que contribuyen a la rendición de un libro, es de naturaleza onírica, a poco que se piense. El hecho extraordinario de escribir un cuento se asemeja al hecho extraordinario de tener un ensueño. Se entreteje con materiales evanescentes, se tiene conciencia suya por procedimientos arcanos, fluye a su antojadizo capricho una vez que se ha impuesto a la realidad. El soñador araña la tela por ver si da con la carne, pero encuentra otra tela y la carne, conforme hurga en ella, cae o se difumina. No sabemos qué maña los extrae de la oscuridad en donde residen. La creación literaria es un sueño dirigido. Qué habrá ahí adentro, qué se nos escapa al escribir o al soñar. Mochuelo se cree meditando, dueño del timón de su cabeza. El pobre Sócrates queda huérfano en su plan para hacer un bosquejo del hombre: sabe que los sueños no nos pertenecen. Pasamos un tercio de nuestra vida fuera de ella.
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