He de prevenirme contra este que se agazapa y conduce diariamente los suicidios de mi carne, pero tampoco sabría con qué contentarle, si consentir sus vicios o afincar en ellos la bondad de la mesura. Así que le invito de buena gana, le saludo, le cuento la frívola rendición de mis delirios, le acuesto y vamos los dos muriendo dentro de la ficción que hemos aceptado. Como si fuésemos palabra y de palabra únicamente viviésemos.
*
Vivir consiste en calcular con esmero los riesgos, en observar el vuelo irregular de los pájaros, en desangrarse con tibieza verbo adentro, haciendo los sencillos cálculos, ordenando la fiebre y el caos, registrando el fasto invisible, el minucioso, el íntimo y espléndido, antes de que el olvido herrumbre las horas, las vacíe de palabras, y la luz se desvanezca y yo ya ni entienda.
(Para un libro futuro en el que solo esté yo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario