18.2.22

49/365 Atticus Finch

 


Harper Lee escribió un libro para esconderse dentro, un evangelio cívico donde la redención del pecado era sustituida por el pago del delito. Mulligan, una película sobria, metódica, religiosa, moderna. Atticus Finch, el hombre bueno por excelencia, bueno machadianamente, bueno bíblicamente (aunque eso de calzar la Biblia tiene muchos matices), bueno a salvo de todas las imperfecciones del mundo, es también el hombre cabal, el imperturbable, el conjurado, el trascendente al modo de algunos personajes de Frank Capra. Lee registró la historia de un abogado contra el Sistema, contra una sociedad cafre, incivil y escandalosamente injusta, las tres puntas son el mismo dardo. Atticus es para siempre el impecable hombre vestido de blanco, con gafas de pasta que Gregory Peck inmortalizó en Matar a un ruiseñor. La he visto muchas veces y sé que tengo que verla muchas más. Ahora de nuevo como cura, como evidencia de que un mundo mejor es posible y todo eso que uno se cuenta cuando ve que las cosas ahí afuera se están liando en exceso y que no tenemos aguante para casi nada, aunque el aguante posee sus matices también, cómo no. Hacen falta algunos Atticus en estos días atropellados. Atticus sin tacha, Atticus que no flaqueen en la comisión de la justicia y del bienestar, aunque el personaje sea un arquetipo tal vez sobre dimensionado y etéreo. Porque hay también de eso. De algún modo Atticus simboliza la verdad sobre el caos que genera la mentira, hace pensar que un hombre solo puede derribar los altos muros de esa injusticia que campa por la tierra y se hace fuerte sin que la debilidad (que la tiene) triunfe. Luego está la verdad de la infancia, su limpieza. La enturbia la experiencia: de ahí la valía de la educación, la restitución de unos valores, la enseñanza primaria de que todos somos una pieza del mecanismo de la sociedad o de la realidad, viene a ser lo mismo. Atticus Finch tan sólo anhela que podamos vivir entre gente que no se parece a nosotros. Y luego están los niños, la inconmensurable voluntad de que el futuro sea de verdad suyo, que nada de sus adultos lo enturbie, que ninguna cosa que los padres hagamos corrompa esa verdad inocente, que la justicia triunfe, que el amor sea lo único verdaderamente importante, que hay personas que son capaces de sacrificar su felicidad para que la felicidad ajena sea posible. 

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