26.11.23

Un estado anímico

 Uno no se quita la sensación de estar cogiendo un cuerpo enfermo cuando abre un periódico. Tomamos contacto con las heridas, las miramos con atención, nos preguntamos cómo es posible que las cosas hayan llegado a ese lamentable estado y si existe alguna posibilidad fiable de reanimación, pero el cuerpo no manifiesta mejoría, las heridas se multiplican conforme hurgamos dentro. No se deja practicar primeros auxilios. La aplicación concienzuda de cualquier maniobra lenitiva no saca al paciente de su fallo multiorgánico  Pero el conocimiento es un adicción. Así que lo compramos, insistimos en la visión de las costuras, en cierta idea romántica de que hay que estar al día, informado, consciente del peso del mundo, que ya no es amor, como cantaba el poeta. Mi amigo K. presume de que no compra la prensa. Le hago ver que no es la forma de estar en el mundo. Es mejor ver cómo vienen los palos, saber la procedencia, ponerle cara al que te hace daño, apreciar al que se afana en sanar la estructura rota, pero es de otra pasta K. De una que no desea involucrarse más allá de lo estrictamente necesario. No saber, no querer saber. Es imposible, le digo. Siempre acabas enterándote. El mundo es un altavoz enorme. Él mismo se emperra en hacerse oír. 

Anoche me acosté pensando en lo controlado que estamos, en las redes que lo cercan todo, en la jaula que se ha ido construyendo. No sé si lamentarse vale de algo. Yo continúo comprando prensa, leyéndola en internet, estando al día. Ayer compré el diario y caí en la cuenta de que no lo había leído cuando estaba a punto de irme a la cama. Está todavía ahí, en la mesa de la salita, aguardando mi futura cuota de horror o de perplejidad, custodiando mi ración de espanto o de tristeza. Hoy no lo he abierto. Tuve todo el día la sensación de que todo lo que me cuenta ya no existe. Hay un relato nuevo, uno que suple al que yo no atendí anoche. Y mañana tendremos otro. Cambia la nomenclatura de los hechos. Unos desalmados reemplazan a otros. Es la oscuridad el único argumento de la trama. Se trata de eso: de ir cambiando la historia, de ir reponiendo los objetos conforme se van retirando, de abastecer de literatura al que no lee novelas. Los que las leemos sabemos que no hay posibilidad alguna de que la ficción supere a la realidad. Un amigo me refirió hace pocos días que ya no escucha ni lee noticias. Le sancioné con pudor. Le quise hacer ver que hay que estar en el mundo, pese a todo. Anoche, al no abrir siquiera el diario, pensé en contárselo. No leerá esto. Tampoco está en este vértigo feliz muchas veces de las redes sociales. Tal vez no se pierde nada. Tendré que retomar la conversación y pedirle que me explique cómo se hace. Por si un día cedo. Por si acabo por no comprar la prensa siquiera. 

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