Los días andan persiguiéndose, los años acaban delatándose, publicando sus vicios, los recuerdos libran su íntima batalla con las palabras, la vida dicta severas instrucciones de uso, disciplinas muy precisas, maneras de medir el espanto y soportarlo. La trama son escenarios vacíos. En esa plenitud huidiza, perfilas nombres, fechas, argumentos. Es más tarde cuando viene el dolor de no saber o el de saber más de lo preciso. Viene Kafka con su libro de quebrantos. Viene la aurora con su promesa de milagros. También el fuego, su ceniza futura.
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