Animula, vagula, blandula. Hospes comesque corporis. Quae nunc abibis in loca. Pallidula, rigida, nudula, Nec, ut soles, dabis iocos...
No hay nada que no se difumine a poco que irrumpe. El mismo tiempo es de una inconsistencia paradójica y felizmente terca. Como un metrónomo que va y viene y escribe el término y su contradicción, el abrigo y la intemperie. Es la evanescencia, ese estado límbico, ese constructo de lo pasajero o de lo que no acaba de construir una permanencia y se diluye en el aire del pensamiento, pero en lo pasajero está lo eterno; en lo liviano, lo hondo. El alma, huésped del cuerpo; el cuerpo, accidente suyo, cárcel del tamaño del tiempo, tal vez única residencia de su esplendor y su tragedia.
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