18.2.24

El bebop es un insecto con las alas rotas

 




Sólo existe el Mesolítico. 

Ni Bahía de Cochinos ni Batalla de las Ardenas. 

Sólo la niebla que lastima el aire 

y ese rumor como de bosque 

ciego con el que la luz intima 

sin propósito con el agua. 

De entonces surge el fulgor, 

esa elocuencia sublime que prospera en la tierra como un salmo en la memoria de los hombres. 

Dios escribe en un pétalo

Ni catedrales ni camisetas con la cara del Che.

Ni ácido lisérgico ni arias de Verdi. 

Era el bautismo de una ninfa. 

Era el sueño de Caín antes de que Abel lo desnucara. 

Los asteroides colisionan en el firmamento. 

Hay cráteres del tamaño de la península de Crimea. La vida unicelular no da para epopeyas. 

Gilgamesh espera, Euclides no pasea 

las populosas calles de Alejandría. 

Un poeta reclama fatigosamente 

un alejandrino, una princesa con un doctorado 

en literaturas germánicas medievales. 

Todo es de piedra vasta, todo es lujuria ensimismada. 

El silicato de aluminio es el rey de los compuestos minerales. 

Los sindicatos del metal polacos 

erigen iglesias para que los ancianos 

reciten todas las oraciones de los misales muertos. 

A Chet Baker le partieron la boca en Amsterdam. 

Tocará con un músico húngaro esta noche

en un garito que huele a tristeza. 

Dicen que es bueno, tiene todos los dientes sanos. 

Una boca dura. Un futuro prometedor. 

El bebop es un insecto con las alas rotas. 

Un elefante que festeja la generosidad del aire. 







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