La realidad nunca es la que vemos. Debajo de las apariencias hay otra realidad que no se arrima a la vista. Si se esmera uno en verla, en tratar de apartar lo previsible, advierte que hay otra aún más abajo. Lo dejó escrito Lorca en su Poeta en Nueva York: "Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato". Las divisiones ocultarán herrumbre; las sumas, un río de sangre tierna. Stefan Kuhnigk tiene un modo único de convertir las gotas de café en monstruos. No se los inventa: sólo los saca a pasear, los impone a la realidad, permite que afloren. No sabemos cuántos monstruos están fuera del alcance de nuestra vista. Si uno es muy sensible, los ve a diario, sin embargo. Abre los ojos y los encuentra allí donde otros, con los mismos ojos abiertos, no ve nada que le aterre, ninguna evidencia de que allí suceda algo extraordinario.
A Lorca, sobrado de sensibilidad, se le aparecían gotas de sangre de pato cuando miraba debajo de las multiplicaciones. Tampoco hay mucha gente, poetas aparte, que indague el mundo oculto de los números. Seguro que hay monstruos también. O arcángeles. O boxeadores sonados tras una vida en un ring. La realidad es un palimpsesto. El mapa de la realidad sólo es uno de los mapas que podemos aprehender. Este día que sucumbe poco a poco no ha sido explorado enteramente. Son más las cosas que han estado expuestas a mi consideración que las muy escasas que he sido capaz de vislumbrar. La escritura es también una realidad a la que no se puede abarcar. Siempre hay una lectura debajo de la primera posible. Siempre está el pato con su sangre debajo de las multiplicaciones o el monstruo remoloneando en las gotas del café. Kuhnigk y Lorca lo saben. Buen día, buen lunes.
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