A lo que sé que me lastima, me desacostumbro rápido, hago acopio de voluntad, cuento con la más férrea disciplina, manejo con encomiable empeño la ausencia del vicio al que haya dado puerta, hasta me creo lo irrelevante que fue cuando tanto gozo creí que me daba, pero basta un momento de debilidad, uno de esos en los que estás con la guardia baja, si es que alguna vez tuvo altura, para que el vicio reprendido, esa costumbre tan amada susurre sus encantos, me recuerde lo bien que me hacía sentir y entonces, sin que intermedie tampoco esfuerzo alguno, caer en sus brazos, sentir que me abraza, apreciar su afán por consolarme y yo, nuevamente iluminado por su afecto, duplicar mi desempeño en la restitución de sus primores. El hecho de que estas circunstancias (unas disuasorias; otras, igual de sublimes, reincidentes) acaezcan con asombrosa frecuencia no dice de mí nada que no sepa. A estas alturas uno se consiente ciertas licencias espirituales. Así, en esa indulgencia voluble, trasiego con mi singularidad. Mía es, al cabo. Cultivaré alguna disciplina de ámbito estético. Haré de mí la obra aplazada, seguiré buscando quererme y dar a quienes tengo cerca lo mejor que en la travesía halle. Son éstos buenos días para procurarme ese empeño. Feliz navidad a todos.
22.12.23
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