Era entonces Dios el borde preciso de una palabra.
Era barro, era semilla. Noche con su cetro de sílabas.
No se pudo, sin embargo, descifrar la trama secreta.
El aliento primero. El olor del mundo cuando se hace.
Madura, morosa y delicada, la palabra, tan gastada,
Percute geografías, funda templos, forja almas.
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