A vivir se le conceden a veces complicaciones con las que se hace farragoso trasegar. Lo sencillo suele ser poco prestigiado, si no abiertamente cancelado para acometer cualquiera de las circunstancias con las que nos desafía. La idea de que la solución más simple sea la más probable no es la favorita del arte, pero hace que sobreviva el artista. Si no lo hubiera pronunciado Ockhan, lo habría hecho cualquiera aquejado de cansancio, contrariado por los reveses con que la vida le hubiese sancionado. La misma naturaleza tiene esa vocación sencilla de izar la flor o de ahondar en la tierra las raíces. El cuerpo también obedece el apremio de lo fácil, aunque a veces se anhele lo que se teme, se da lo que no se tiene, se ama lo imposible. Del alma qué decir. Nunca le atrajo lo claro y limpio. Se enturbia sin que se la pueda convencer de lo desatinado del empeño. Barrunta en soledad sus vicios, se obstina en transitar el camino más largo cuando está franco el corto, ve en sus impedimentos la contienda a la que se inclina su naturaleza. Ahí surge (tal vez) su esplendor. Pero también lo que no afecta, lo transitoriamente acogido como bálsamo.
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