Leí esta mañana en un suelto de prensa la palabra noctambulismo y la sentí cercana, como cosa vivida y, hasta cierto punto, echada en falta. Ya no trasnocho, no me lo pide el cuerpo, que será quien al final exija su escenario y su parte del día en la que explayarse en sus vicios. El de escribir es de sombras. La luz no es un obstáculo, pero invita a salir y a tomar aire, a perderse en las calles o a buscar con quien hablar o a quien escuchar. Paradójicamente, escribo menos en verano. La pereza es un catón severo. Hoy pensé en sobre qué escribir y todavía estoy descubriendo el motivo conforme el texto avanza. La virtud del escritor es no tener un mapa del suelo que pisa. También la de no desear a ningún lado, la de avanzar, la de irse probando en el camino.
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