Conviene a veces observarse sin que intermedie un espejo o sin que alguien afine en describirnos y hasta dé de uno una emulsión fiable, una especie de corolario trabado con esmero y justeza. Se apresta la sombra a trazar un bosquejo del que no podemos extraer mayor enseñanza que la común a cualquiera. Todos somos democráticas sombras, indicios afantasmados, una brújula perezosa en un mapa ajeno. A la sombra le incumbe el limbo, su sustancia sin patria. Tal vez tengan vida propia y a su conveniencia dancen y escruten la realidad, por si dan con un resquicio que las declare tangibles, cuerpo rotundo.
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