17.7.23

9 elefantes


Que lo que vemos es huidizo y parcial se sustenta en la evidencia de que por fortuna no todos compartimos la experiencia sobrevenida. Sin embargo, al elefante, por su tamaño, hay que verlo desde una distancia que permita apreciar su desmesura. Se adquiere así una visión global, un sentido completo. También hay objetos pequeños a los que hay que aplicar esa instrucción práctica. Creemos tener una idea válida, pero la idea debe también ser contemplada desde afuera. Por hacer acopio de todos los puntos de vista. Por saber cuál cuadra más con uno mismo. Por cancelar el sesgado. En estos días de machaque electoral, el elefante se pasea con desparpajo. Se sabe observado, se pavonea, da de sí lo que en otras ocasiones no querría. La didáctica de la mirada requiere amplitud, exige atención. Luego será una parte del elefante la que cuaje un desempeño mayor. Hasta habrá alianzas entre la trompa y la cola, entre una parte de la cabeza y una oreja. La política es un ejercicio de recomposición quirúrgica que a veces ensambla zonas disímiles, órganos que acometen trabajos divergentes, pero el logro (imaginamos) es el mismo y el elefante (es mucho imaginar) es el mismo elefante. O son nueve en realidad y hacemos prevalecer una pieza o nos emperramos en arruinar la relevancia de otra. Lo que está en juego es el bienestar del observador. Tampoco tenemos claro que en efecto sea ese bienestar el que haga moverse al elefante y enseñorearse por ahí con sus galas más vistosas y esconderse más tarde hasta que el espectáculo requiera otra demostración imponente de su valía. Al final, cual criatura enhebrada con gruesas costuras, montada a lo loco, echada a andar sin sospecha de cómo se maneje en su camino, no tendremos ciertamente lo que decidamos, sino lo que surja, lo sobrevenido por las circunstancias, lo que salga de hacer unas aritméticas. Y ninguna parte del elefante se llevará el triunfo absoluto en el plebiscito popular, cómo podría una sola satisfacer a tanto observador.

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