De todas las definiciones sobre el amor que he leído o escuchado me parece sencilla y gloriosa una de Spinoza referida por Savater en un librito suyo sobre ética. Savater me abastece de culturilla filosófica, de aforismos pop, de pastillitas de colores. A Spinoza entro a ratos, comedido y a veces entusiasta, pero sin saber muchas veces si debo continuar el viaje o hacer fonda en una página Spinoza dejó escrito (recito de memoria) que el amor es, en esencia, un procurarle alegría al otro, un sentirse uno inductor o causa de esa alegría. Ampliada, viajada a otro término, me vale la definición para hablar de asuntos ajenos al amor. Uno insufla alegría sin percatarse. A mí me produce una alegría enorme encontrarme con una película de la RKO de los cincuenta o con un disco de Joao Gilberto y Astrud Gilberto de cuando Stan Getz, el rubio del saxo dulce, viajó a Brasil y se metió en vena la bossa nova y las garotas de Ipanema. Puestos a reducir mucho el argumento de Spinoza, que me perdonen Borges, Savater, la escuela neoplatónica y el mercado bursátil de Frankfurt, a mí lo que da una alegría enorme, muy simplificadamente expuesto, repito, es la chica de Ipanema, la garota zumbona en las playas de Río a la caída de la tarde. La escena puede amenizarse con una banda sonora autóctona. Con el dulzor del folclore. Con Stan Getz soplando su saxo. Admito adhesiones. No me culpen por ser tan frívolo. Amoroso domingo.
5.2.23
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