21.2.23

Dibucedario 2023 / Y / Yojimbo, Akira Kurosawa, 1961

 



Kurosawa se inspiró en John Ford para filmar Yojimbo. Leone se inspiró en Kurosawa para hacer Por un puñado de dólares. El western es un vehículo global para explicar las mismas comparecencias del drama o de la injusticia. También las de la barbarie. No hay trama de la ficción que no albergue el patetismo o la desdicha que anticipó Shakespeare o el teatro griego antes que el bardo inglés. La idea de que algo nuevo pueda crearse tiene sus detractores acérrimos. Lo maravilloso es que el ingenio voltee el cuerpo al que fija su atención y construya uno nuevo, aunque detente los primores del observado. Yojimbo es una obra maestra porque rastrea con fascinante singularidad (la del Japón medieval, que no es global ni tiene predicamento en la cultura occidental, la estándar, la de difusión más masiva) la historia que sabíamos antes de que se nos mostrase. No hay nada en Yojimbo o en Ford o en Leone que contemplemos con ojos vírgenes. Hemos sido instruidos en una narrativa. El western es algo que nos atañe, igual que el cine de samuráis o el de ciencia-ficción: sus universos exhiben pulsiones propias. Sanjuro, el asesino sin piedad, el ronin que deambula con el azar como única brújula en su camino, sin conciencia, el mercenario de una crueldad absoluta, es el centro absoluto de esta historia antológica, magistral, que vista de nuevo no hechiza como la primera vez, sino con significados nuevos. Yojimbo es actual, mucho del western lo es, lo cual marca su vigencia, su contemporaneidad, aunque no se prodiguen películas como la de Kurosawa y haya, a lo sumo, remakes, revisiones. Qué buen cine el que no es maniqueo, el que se limita a rendir una historia, a la que no hace concesiones ni rebaja el dramatismo o la más cruenta tragedia a instancia de cualquier instancia puritana. La literatura (el cine) es libre. Sin policía de la moral. Sin que se nos aligere el mal cuando el mal prospera y vence. 





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