27.2.23

Dahl



Contar cuentos es el principio de cualquier forma de entender el mundo. Fueron el fuego y los cuentos  los que construyeron la épica y el asombro, los que dieron a la memoria sustancia para que se transmitiese y forjase un relato común, un lugar en el que sentirse a salvo. Tal vez los estemos sacrificando. Ya no se cuentan cuentos como los de antes. Se privilegia en ellos que no ofendan, que no duelan. La literatura debe ofender y debe doler. Debe ser escuchada antes que leída. Debe contener cretinos, gordos, feos, gigantes, princesas, monstruos y todo lo que se le ocurra a quien lo escucha o lo lee y al que lo escribe o lo cuenta. 


Viñeta de Tom Gauld para The Guardian

No hay comentarios:

La nieve en Lucena

No atino a encontrar razones, quizá la falta de tiempo o que no haya tenido quien me inicie, una mano precursora, un espíritu generoso, los ...