Lo único que tenemos es tiempo. Esa es el tesoro más valioso. Lo ha dicho una señora mayor, en la cola de la tienda de fruta, a lo que su nieta (eso se deduce, tal vez no) ha dicho algo sobre la prisa que tenía. Abrevia (ha sentenciado), no tengo todo el día. Y ese ímpetu tiene el vértigo de la edad, su florecimiento agreste y locuaz, no atenido a normas ni, por supuesto, templado ni paciente. En la espera, la adolescente volaba sus dedos sobre el teclado de su móvil como si no hubiese mañana. No creo que levantase la cabeza una sola vez, hasta que la abuela la conminó a que dejase el "dichoso móvil" y la ayudase a acarrear con las bolsas. Cuentan algunos los días con pasmosa frivolidad. Los atraviesan sin hacer residencia en ellos, los ocupan con vehemencia, pero no piensan en ellos, sólo en lo que tendrían que hacer para que no pesen en demasía o para que no duren más de la cuenta. En el colegio, advierto ese deseo de que las horas avancen con mayor presteza. Miran los alumnos el reloj sin disimulo, le cuestionan la lentitud, imagino. No hay una pedagogía contra el aburrimiento, una que enseñe a vencer la tiranía de las horas. No, al menos, unas instrucciones regladas, metódicas, fiables. Es cosa del ingenio de cada uno o de cómo lo educaron. No hay una pedagogía del tiempo, que podría ser en sí mismo el único cometido de cualquier filosofía que se adujese como breviario de directrices. De lo de la rapidez (o de la premiosidad) con la que transcurre el tiempo hay bibliografía extensa, poética y cartesiana, festiva y doliente, pero todas esas reflexiones (incluyo la mía) caen en el descrédito cuando no se extrae enseñanza de su paso. Una especie de carpe diem sin hondura, traído como eventual bálsamo, no como seguro medicamento. Porque vivir es casi siempre un desquicio feliz o una rutina soportable. Es tan rica la realidad, posee tanto en lo que enredarse, que alarma (o escandaliza o duele) que no se apriete más adrede el hoy y se fíe el posible júbilo que merezcamos al inasible mañana o al vencido ayer. Hoy, ahora, aquí, esto. A ver si la muchacha de la fruta va a llevar razón al final.
4.7.21
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