13.7.21

Ser nunca es poquito

 



Con tal de decir da igual qué se diga o con tal de oír da igual qué se oiga o con tal de sentir da igual qué se sienta, pero una vez que has dicho, oído y sentido cambias el sentido de lo que dices y lo que oyes y lo que sientes. En cierto modo (tampoco tengo de esto una convicción que no pueda retirar a poco que la piense) lo que cuenta es avanzar. Cuenta el camino, como dijo el poeta. Ir y luego venir y en la ida y en la vuelta no pensar en que se va o se viene, sino en el avance, en la idea muy rudimentaria de que vivir es el único cometido. Ser nunca es poquito. Cualquier consideración añadida es obviable. El hecho de que pueda decirse o escucharse o sentirse hace que contenga el atributo primordial: el de estar, el de ser, el de avanzar, el de decir, el de oír, el de sentir. Avanzando, diciendo, oyendo, sintiendo. Mañana de nuevo. Entusiasmarse de una manera tan primaria es más difícil de lo que parece. No siempre se tiene a mano el arrimo del entusiasmo. De pronto, en una de esas epifanías que te sobrevienen sin que tengas gobierno sobre ellas, adquirida sin propósito, olvidada más tarde sin esfuerzo, la tarde se me ha antojado de un lirismo antológico. El cielo es azul. El sol está ocupando la ventana. La luz desaparecerá en una hora, pero lo oscuro también contiene trazas de luz. Debí haber escrito un poema (de verdad que fue el primer propósito, pero no di con el verso inicial y luego todo se hizo muy cuesta arriba) pero el oso grande y la ardilla chiquita me hicieron ver y escuchar y decir y sentir.

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