7.7.21

Dietario 147

                                                                                Para Sara, para que el día brille y la ilumine entera

Que Dios esté de parte del que madruga sólo me reafirma en mi descreimiento. Escribí esa frase en una de esas mañanas en que el día, cuando empieza, parece inacabable y no se cree que pueda coronarse sin que el ánimo o las fuerzas flaqueen, aunque luego sepamos (son muchas veces) que no era para tanto y todo discurrió con pasmosa normalidad, como si las penalidades de madrugar fuesen fácilmente zanjables. La misma luz que poco a poco lo inunda todo es la que despeja ese marasmo de inapetencia. Hoy, sin embargo, madrugar ha sido una bendición. El silencio en la casa permite concentrarse mejor en algunas tareas aplazadas y el trabajo avanza con celeridad. Qué gozoso levantarse temprano si uno lo decide así y qué inconveniencia si lo fuerza la obligación. Tenemos que rendir cuentas continuamente. Es raro el día (hoy, bien puede ser hoy) en que se tiene poco que hacer para los demás y puede uno fatigar el arranque del día enmarañado en sus cosas, en sus escritos, en su música suave, en el café maravilloso al lado del teclado y la sensación de que un comienzo de día tan prometedor no puede esconder nada que lo malogre. Luego las circunstancias se encomiendan el secreto arte de la improvisación y el azar cuaja una de sus actuaciones lamentables, pero siempre abre un nuevo día y la luz se las ingenia para hacernos creer que algo hermoso puede ocurrir y que estaremos de por medio, por si pillamos tajada. Que tengan un estupendo miércoles. 

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