12.7.21

Dietario 151




Hace ahora (día arriba, día abajo) 40 años que compré este disco. Junio del 81, había salido en enero. Phil Collins tenía 30 y yo acababa de cumplir 15 años y paseé solo (una proeza, algo de una épica aun hoy inagotable) hasta Simago, unos grandes almacenes que hace 25 años ( más tal vez) que ya no existen. Confío a los números la rendición de mi gratitud absoluta a este señor. 40. 81. 30. 15. 25 Ellos me convidan al asombro. Al salir con el single bajo el brazo, demoré adrede el regreso a casa. Cuanto más tardase, mayor placer, debí pensar. Recuerdo poner en primer lugar la cara B (The roof is leaking) y alargar así la representación de mi júbilo, la maravilla (todavía lo es) In the air tonight. El Stibert de mi padre fue elocuente y maravilloso en su digna pobreza de tocadiscos humildísimo. Pude picarlo al mes por el abuso. Algo más tarde (ahí flaquea mi a veces portentosa memoria) mis ahorros me envalentonaron y adquirí el long play (la gente joven no sabrá qué es eso). Face Value es un disco que me ha rescatado las veces suficientes para que le haga altar aparte. No sé la de templos que habré erigido o la de veces que la música me ha recompuesto. Anoche busqué el CD y pulsé la pista uno. Da igual la espléndida restitución y la pulcritud limpísima de los matices en mis Bowers & Wilkins. Echo de menos la mediocre reproducción del Stibert de mi padre, la inmarcesible sensación de que una canción es tan tuya como un brazo o un hijo. También echo de menos a mi padre. Otro templo. Al menos la parte operativa (la de la machacona batería) la reconocía a la primera.

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