no podemos ser sublimes sin interrupción,
no somos Baudelaire,
no se precisa que lo seamos,
no está el aire envarado de luz,
ni está oscuro, ni gris,
no hay aire que convenga ahora,
no me violenta el día con su causa festiva,
no estalla la poesía en mi pecho como un cántico,
no he aprendido literaturas germánicas medievales,
no he sentido el peso de la revolución en los cereales del desayuno,
no he amado un pubis hirsuto de hija de Janis Joplin,
no sé mucho de alquimia,
no tengo todas las muertes juntas en un verso, no hay patria, no hay banderas,
no persiste el amor como una epifanía en la boca del estómago,
no hay purcell por las noches al convocar el júbilo de los cuerpos ,
no hay swing,
no hay flow,
no hay leyes termodinámicas,
no sé declinar los verbos más importantes,
no veo la rosa ya rosa de verdad de un modo absoluto y continuo,
no me pregunten,
no está el tiempo a mi lado, no estuvo nunca,
no estuvo ni cuando yo lo sentía
y el candor de su abrazo abría mi alma,
no canta el cantor, no hay cantor,
no lo escucháis, por más que adiestréis el espíritu,
no está Lázaro,
ni se presiente que acuda,
no hay dios, no hay patria, no hay rey,
no me vendan la usura, no la quiero,
no creo que necesite
más que esta canción de Pablo Milanés de mil novecientos ochenta y siete,
no estabas tú, ah, cuerpo, en el vértigo ni en la fiebre,
no encontré asidero en los palacios,
no vi ningún abrigo en el oro,
no me ocupé de las palabras,
no el largo mirar que tutelan
sino el hondo pulso de lo que no dicen,
he aquí el cometido del poeta,
es éste el verdadero latido del cosmos, encontrar el amor,
ver donde no hay objeto ni paisaje,
ser sublime mientras se ama,
ser el cantor,
ser el poeta
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