Dicen de mí que era obediente y disciplinado. Eso refieren los que todavía pueden contar algo de aquel tiempo del que yo no tengo propiedad alguna, por lo que confío en el relato de esa vida mía tenida ahora en penumbra, sin asiento fiable ni recuerdo que prospere y no se pervierta ni difumine. Traen si les pregunto o incluso sin entrar yo en que se explayen escenas que remarcan mi condición de infante sin ínfulas de nada extraordinario, sino manso en su discurrir y un poco zangolotino cuando hace falta, un poco por extraviarme en las travesuras que veía en otros y otro poco por tener yo mismo iniciativa e ilusión por descarriarme con prudencia, sin dar indicio de que pudiera enviciarme y afincarme allí, quién sabe con qué peligrosa fortuna.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La caligrafía de la belleza
Yo soy mi escritura, escribió hace unos días la poeta de la extrañeza y de la sensibilidad, Efi Cubero. La inspiración es la caligrafía del ...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hay cosas que están lejos y a las que uno renuncia. Tengo amigos que veré muy pocas veces o ninguna. Tengo paisajes en la memoria que no v...
-
Tinto Brass , en cierto modo, es un viejo verde con una cámara: uno del tipo que cambia los Anales de Tácito o las Obras Completas de Giaco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario