Al ojo sólo le incumbe ver, ese anhelo es su único propósito. Lo que lo mirado ahonde no es cosa suya, hasta se declara inhábil para procesar las imágenes, que serán meras herramientas para que su oficio no caiga en el desánimo y todo se difumine o acabe cegado. También el corazón desoye las instrucciones de la razón y se encomienda únicamente el trasiego de la sangre, que es flujo lírico, un poema invisible, el cielo para quien lo sabe. No cae en ese desánimo el corazón: persevera con absoluto afán, se desautoriza a la desobediencia, tan sólo percute, percute y canta. Como un salmo en mitad de la noche.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los inicios infalibles
Tal vez lo más difícil de escribir una novela sea dar con el inicio prometedor, con las palabras bendecidas por el numen de las que brotar...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Almodóvar c arece de pudor. Hitchcock tampoco era amigo de la contención. Cronemberg ignora la mesura y se arriesga continuamen...
-
E n ocasiones, cuando se ponía sentimental, mi padre me concedía una parte suya que no era la acostumbrada. Abría el corazón, mostrab...
No hay comentarios:
Publicar un comentario