Al ojo sólo le incumbe ver, ese anhelo es su único propósito. Lo que lo mirado ahonde no es cosa suya, hasta se declara inhábil para procesar las imágenes, que serán meras herramientas para que su oficio no caiga en el desánimo y todo se difumine o acabe cegado. También el corazón desoye las instrucciones de la razón y se encomienda únicamente el trasiego de la sangre, que es flujo lírico, un poema invisible, el cielo para quien lo sabe. No cae en ese desánimo el corazón: persevera con absoluto afán, se desautoriza a la desobediencia, tan sólo percute, percute y canta. Como un salmo en mitad de la noche.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Comparecencia de la gracia
Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Celebrar la filosofía es festejar la propia vida y el gozo de cuestionarnos su existencia o gozo el de pensar los porqués que la sustenta...
No hay comentarios:
Publicar un comentario