24.8.23

Elogio del desmán

 


Es la escisión de la luz en grumos torpes juntamente con la ausencia del concepto de vértigo y también una manifiesta y continuada vocación de funambulismo inverso la que lo impone a la realidad. He aquí al topo, su clave subterránea, su anhelo de clausura, pero hay colores que subyugan, grandes masas orquestales de azules y de verdes y de rojos que irrumpen y a las que el topo no sabe dar sentido y lo abaten en una tristeza de arcilla o de piedra tosca sobrevenida. Si le apremia la sed o no da con qué satisfacer el hambre, el topo emerge y abandona su residencia hipogea. Olisquea con empeño, un poco contrariado por la aventura del aire, añora la tierra sorda y resuelve no entusiasmarse con ningún prodigio aéreo. Es el topo criatura ensimismada que no alardea de su condición de monarca de su heredad invisible. De ojos rudimentarios, calza unos pies que horadan las dimensiones de su palacio escondido y escudriña la promisión de grillos, gusanos, crisálidas, lagartijas, babosas y hasta ratones pequeños y musarañas. El macho es de pendencias severísimas y no es infrecuente que la población diezme por esas cruentas costumbres. Del topo se tiene siempre la idea de que no existe. Hay una zoología fantástica que pugna por comparecer en lo real. Es un vestigio de la primera festividad del tiempo. Pareciera que no ha cambiado desde que el primer topo ocupó milagrosamente la tierra. No creo haber visto ninguno. Tengo de él una imagen ficticia, como de bestiario. Un topo es una anomalía de Dios o tal vez su construcción más lograda. Todos los topos le erigen templos oscuros y rezan para sus adentros una plegaria invisible. Se confinan para no atentar contra el mandato que los sepultó en el suelo. Al topo de agua se le llama desmán o almizclera. Difieren de sus hermanos subterráneos en la ausencia de palas que caven. Pertenecen todos a la familia de los soricomorfos, hermanados con los erizos. Tienen el morro atrompetado y hábitos nocturnos. Cuando se les emparenta con las ratas, pierden en Quedan en una especie de derivación crápula, un poco jazzística, por lo de la noche y los instrumentos de viento. Yo creo que si escuchan a Miles Davis mutan en músicos de jazz y engolosinan el aire con su bebop primitivo. El jazz siempre tuvo algo de desmán. El lenguaje cubre todos los huecos de la realidad. Son ficciones narrativas que el calor anima.

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