26.4.22

Breviario de vidas excéntricas 1 / Wendy


Wendy ya está madura. Un joven neurólogo de Wichita Falls aficionado a Proust le hace mojar magdalenas en cafés en una terraza a la orilla promiscua del Sena. 

Wendy ya está en edad de merecer. Un joven sindicalista de una aldea perdida de Soria la instruye en la historia de los movimientos obreros mientras llueve con desatino en el jardín en donde la tarde se ha puesto de un feo anarquista. 

Wendy ya está convencida de que se la puede cortejar. Un joven cartógrafo de la Baja Sajonia le cuenta que todavía no se ha hecho un mapa del corazón.

Wendy ya está plena y rotunda. Un joven crooner de Las Vegas le canta Blue moon mientras el barman prepara un White Russian y duele en el aire la noticia de la muerte de todos los pájaros del siglo XIX. 

Wendy ya es una señorita concupiscible. Un joven nigromante del Cáucaso le cuenta en un inglés primoroso que su himen no continuará intacto ni veinte minutos. 

Wendy ya tiene una idea de cómo funciona el mundo. Un joven revolucionario checo le llena la cabeza de soflamas y la hace redactar panfletos en una buhardilla pobre y digna desde la que se ve el puente de San Carlos y el Moldava como si fuese una postal en el aeropuerto de Praga.

Wendy ya ha dicho adiós en casa. Un joven rapsoda de Trinidad y Tobago le cuenta la influencia de Walt Whitman en la poesía caribeña, pero antes de que concluya y todo sea armonía métrica y dulce clamor de sílabas, comido por una fiebre venusina sin par, se incendia en endecasílabos y la colma de sonetos y de semen mientras en la radio suena un bolero de 1956.

Wendy ya está encinta. Un joven arponero del Báltico le ha dicho que todas las ballenas gimen el nombre de su novicio vástago. 


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