17.4.22

107/365 Piet Mondrian

 



Mondrian es de cuadrículas y de azules, amarillos y rojos. Un arte de consenso y de armonía, escuché ayer en una tertulia radiofónica. Lo único salvable. No me van las líneas rectas, dijo con lacónico empaque el atrevido espontáneo. Otro, feliz por el tono de la conversación, contribuyó a la frivolidad con la idea de que su hijo podría hacerle ganar (literal) una pasta gansa. Tiene siete años, pero un sentido de la geometría abrumador, añadió. No sé si alguno era entendido, yo tampoco lo soy, pero ninguno se tomó a Mondrian en serio. Nadie dijo nada sobre las emociones, que son lo primero que reclama un cuadro. Las que el pintor holandés produce son luminosas (colores primarios y blanco y negro) y exigen una abstracción que no siempre es sencilla. Hay obras de arte que exhiben una sencillez formal tan elocuente que precisan una comprensión lógica (excusen el adjetivo cartesiano en un hilo sentimental). Mondrian es pureza, disciplina, austeridad, equilibrio, orden, clausura, contención. Privilegia ese casi logarítmico esplendor sin tacha. Nada está descuidado. El color se ubica en una geometría deslumbrante. La rectitud no es sólo plástica sino ética. Hay un deseo de que la pintura cancele la realidad o, más poéticamente, a pesar de su vocación casi científica, que la sublime y adquiera la rutilante belleza de esa realidad que las líneas paradójicamente esconden. Hay que ser muy concreto para entender lo muy abstracto, pues ambos atributos precisan del adverbio cuantificativo. Había engendrado un género nuevo: el neoplasticismo, una especie de abolición de lo superfluo y una coherencia en lo meramente objetivo, de intención matemática. Analítico después, pero impresionista y naturalista en sus inicios, Mondrian buscó una radicalidad extrema, dio a la geometría la responsabilidad de contar la realidad, una de las muchas a las que el arte accede. 


Coda:

“Consideré la intencionalidad del auténtico boogie-woogie como idéntica a la mía en pintura: destrucción de la melodía, lo que equivale a la destrucción de medios puros, esto es, ritmo dinámico”. Mondrian se entusiasmaba escuchando jazz y bailándolo. Pienso en cómo baila un pintor. De qué manera ordena los pasos o los desprende de su arquitectura o los convida a que extraiga de su alma el que va después y el otro. El jazz es geometría también. De pronto se me ha ocurrido que hay una intención matemática y analítica en la nota que piensa en la que la precede y ataca la comisión de la siguiente.

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