29.4.22

119/365 Rick Deckard




 "Me gustaría pensar que detrás de todos los grandes gobiernos del mundo no está la Tyrell, la compañía que fabrica replicantes. Los Nexus 6 son los mejores. Algunos de los ingenieros genéticos que los crearon enloquecieron al no saber distinguir quiénes eran humanos y cuáles robots. Algunos humanos,  fascinados por la inteligencia de las máquinas, decidieron retirarlas. Yo soy al que pagan por ese trabajo. Me llamo Rick Deckard. Sé que no es una historia creíble la que voy a contaros, pero no tengo otra opción. Enloquecería si no dejase registrado lo que viví y a lo que me expuse. Imagino que no es tan malo enloquecer. Lo peor es no tener emociones. He distinguido replicantes al no advertir emoción alguna en sus ojos, en lo que hablaban, en los gestos con los que se explicaban al mundo. Sin embargo, he conocidos otros con una vida interior mucho más rica que la mía, que es una vida que no importa ahora o que, en todo caso, podría importar más adelante, cuando comprendan mejor la historia. Una parte de ella empezó cuando el replicante Roy Batty no me dejó caer al vacío. Nunca me sentí cómodo con la idea de que un replicante tuviese un nombre idéntico al pudiera tener un humano, pero hay algunos que no merecen serlo. Humanos que no han visto lo que los replicantes. Momentos que se perderán en el tiempo. Lágrimas en la lluvia. Naves en llamas más allá de Orion. Rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. No hay forma de no sentirse arrastrado por las palabras. Uno cree estar delante de un dios, y probablemente haya replicantes que hayan adquirido el rango de dioses y estén por encima de la vida y de la muerte, haciendo que nos hagamos las grandes preguntas, las que no encuentran ni siquiera las más elementales respuestas. Todo es frágil, todo es impreciso. No saber a qué atenerse. Si a la locura de no saber qué es uno mismo o a la inocencia de no poseer deseo alguno de saberlo. Es hora de morir. A todos nos llega. A Roy le concedieron cuatro años. La Tyrell colocó esa orden en la maquinaria que lo movía. La mía, la que tiene consignada la fecha de mi cese, estará escrita en alguna línea de mi corazón. Alguien tendría que hacerme el test. Medir la velocidad de mis ojos. Registrar el pulso cuando me hablen del amor. Me dejaría convencer de que no soy lo que creo. No tengo empeño en ser nada en especial. En todo caso, querría desvanecerme en paz, contarle a alguien todo lo que he visto, confiarle la belleza del mundo y no llevarme las imágenes de toda la felicidad que he conocido. No soy un detective. Soy un filósofo. Todos los que indagamos en la naturaleza del alma humana somos filósofos. He escuchado cosas que no creeríais. He visto llover en los mercados de las calles. En la lluvia, en la lluvia mansa y tóxica, están las lágrimas de los condenados. Contengo las mías. Cuando muera ocuparán el aire y se perderán con el agua. De mí dirán que hice lo que pude o no dirán nada. Quizá mejor que sea así. Me llamo Rick Deckard, soy un humano, soy un replicante, soy un ángel caído, soy un esclavo, soy un dios. No ha sido suficiente el tiempo que me ha tocado vivir. Como Roy, como todos, quisiera disponer de un plazo mayor para escuchar todas las historias que no me han contado, por ver rayos-C brillar en la oscuridad a las puertas de Tannhäuser. Soñaré con unicornios"

No hay comentarios:

Comparecencia de la gracia

  Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...